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5 razones para crear una red con grupos reducidos y no un movimiento de masas con individuos#Hackeaelsistema

Por Richard D. Bartlett traducido por Hector Cartagena

Estamos de gira por Estados Unidos, en reuniones con activistas de todo tipo: dirigentes vecinales, militantes anarquistas, comuneros que promueven una vida sencilla y organizadores de grandes campañas progresistas.

Gran parte del discurso político de izquierda estadounidense apunta a la gran escala. Los ecologistas quieren salvar el planeta. Los progresistas quieren movilizar a millones de personas en torno a #UnHashtagAuténtico. Para prepararme para este viaje, empecé por reunirme con una organización que hace un trabajo local excelente, pero se desespera por encontrar la manera de llegar a todo el país. Yo les dije que no perdieran tiempo tratando de instalar una burocracia nacional, que era mejor quedarse con lo que funcionaba y que hicieran público todo para que la gente les pudiera copiar.

Tengo claro que los estadounidenses no van a dejar su idea de constituir movimientos a gran escala, pero quise dar mis motivos para apuntar a la escala pequeña, a ver si sirve de algo. Lo que presento aquí son mis ideas actuales. Mi intención no es convencer a alguien de que tengo razón, sino más bien volver en algunos meses para ver qué tan equivocado estaba.

Hay cada vez más gente que concuerda en que la supervivencia humana a la larga depende de que reemplacemos el statu quo por un conjunto de comportamientos y estructuras diametralmente distinto. Creo que la raíz de ese problema es esencialmente cultural y que el mejor lugar para desarrollar la cultura es en grupos reducidos. Y mientras no tengamos una masa crítica de activistas que estén imbuidos de una nueva manera de pensar, relacionarse y comunicarse, cualquier movimiento de masas reproducirá los errores del pasado.

Así que estas son… 5 razones para apuntar a grupos reducidos.

1. Es un espacio para aprender hábitos nuevos

Me crié como un niño en un patriarcado. Antes de que pudiera siquiera hablar, ya estaba aprendiendo estupideces sobre los géneros. Algunas fueron inocuas, como que los niños no usan esmalte de uñas. Otras, en cambio, fueron tóxicas, como que los hombres no demuestran debilidad y que no es importante escuchar a las mujeres.

Me crié siendo blanco, de clase trabajadora, heterosexual, cisgénero, protestante, monógamo, diestro, angloparlante, neurotípico, físicamente capaz y carnívoro. Cada una de estas dimensiones formó el contenedor polifacético en el que crecí: todas dejaron una impresión. Algunas de estas impresiones fueron bastante inocuas, pero muchas terminaron generando un comportamiento muy de mierda.

Por mucho tiempo viví manifestando mi comportamiento de mierda y teniendo como resultado relaciones de mierda. Fue solo cuando encontré grupos reducidos y comprometidos donde trabajar que aprendí a apartar la parte patriarcal de mi masculinidad.

Un ejemplo: en Loomio, adoptamos el acuerdo explícito de que el trabajo debía compartirse con justicia, que nadie debía ser obligado a hacer algo que no quisiera y que se reconocerían los aportes de todos. Fue solo después de que adoptamos ese acuerdo que lentamente comencé a advertir una clase de trabajo completa que no tenía idea que existía: las labores emocionales. Del mismo modo que fui entrenado para no buscar juguetes en la sección rosa de la tienda, me entrenaron para no ver el trabajo de cuidado, apoyo, confort, adaptación, preparación, invitación, reunión y limpieza posterior. Solo aprendí esta labor porque los hombres y mujeres feministas de nuestra cooperativa me lo hicieron ver y me enseñaron a aportar equitativamente. Ahora tenemos estructuras que distribuyen de manera sistemática el trabajo emocional dentro del equipo.

En un grupo reducido y comprometido puedes elegir los comportamientos que quieres fomentar y puedes elegir cuánta energía quieres gastar en ayudar a otros a aprender hábitos nuevos.

Mientras aprendo a desintoxicar mi masculinidad, tengo la impresión de que el mismo método me ayudará también a deshacer algunos de mis otros sesgos de mierda. Y otra impresión que tengo es que el mismo método le servirá a otros.

Entonces, si estás organizándote con personas criadas en estructuras opresivas, ¿crees que puedes diseñar protocolos de interacción que los saquen de sus antiguos hábitos tóxicos?

2. Es un lugar para practicar la tolerancia

A muchos amigos de la izquierda les encanta hablar de tolerancia, pero la mayoría somos pésimos a la hora de ponerla en práctica.

La semana pasada estaba en una cooperativa donde alguien me corrigió por decir “inmigrante ilegal” cuando quise decir “trabajador indocumentado”, pero inmediatamente después usó la palabra “locos” para calificar a todos los partidarios de Trump.

Concuerdo en que referirse a alguien como “ilegal” es poco inteligente, pero también lo es “loco”. El punto es que la mayoría decimos cosas así todo el tiempo. Si tienes estudios superiores y eres lo suficientemente cuidadoso, puedes aprender a purificar tu vocabulario, pero eso no garantiza que no te comportes como un idiota. Debemos aprender cómo trabajar juntos, incluso antes de que estemos completamente purificados.

Al trabajar en un grupo reducido y comprometido, cada uno tiene la oportunidad de probarle al otro que es una persona amable, que está dando lo mejor de sí y que quiere educarse mejor y ser más considerada con el lenguaje… y todavía decir de vez en cuando alguna estupidez que hiera a alguien.

En Enspiral estamos viendo surgir estas pequeñas “cápsulas de subsistencia”, como esta, esta, esta y esta. Cada una es un grupo de 3 a 5 profesionales independientes que por sí solos tendrían un pasar inestable, pero que decidieron que les iría mejor si trabajaban juntos. Los miembros de cada cápsula se comprometen a compartir una parte de sus ingresos para mitigar los altibajos de la economía informal.

En mi experiencia, cuando estás obligado a colaborar para satisfacer tus necesidades materiales, te resulta mucho más fácil tolerar la diferencia. Aprendes rápido a distinguir entre “permitámonos discrepar” y “si se aprueba esta propuesta, tendré que irme”. Nunca aprendí esta habilidad en otro lugar que no fuera en grupos reducidos y comprometidos.

Creo que uno de los efectos secundarios del individualismo (y con ello me refiero al entrenamiento sistemático de que el esfuerzo individual genera retornos individuales y que todas tus necesidades pueden ser satisfechas con transacciones impersonales) es que todos somos pésimos para lidiar con la diferencia. Si no estamos vinculados mutuamente de alguna manera, ¿por qué preocuparme si discrepamos? No hay incentivo para aprender de la diferencia cuando siempre puedes irte y elegir otra cosa.

Entonces, si te estás organizando con personas que no son todas exactamente iguales, quizá sea útil preguntarse cómo podemos aumentar nuestras capacidades para procesar la diferencia.

3. Es un lugar para hacer terapia amateur

Creo que podemos estructurar nuestras relaciones de trabajo para que sean sanadoras.

Creo que todos tenemos traumas por el solo hecho de tener progenitores imperfectos en una sociedad imperfecta. A partir de ahí se suman muchos otros traumas y taras, dependiendo de la suerte que hayamos tenido en la lotería genética.

Por eso llegué a la conclusión básica de que todos necesitan terapia. Algunos tienen la suerte de recibir tratamiento profesional de alguien según su comodidad, pero la mayoría no.

Mi conocimiento de la terapia es bastante superficial: creo que es una suerte de combinación entre diálogo íntimo con alguien de confianza, reflexiones regulares y recurrentes, preguntar “¿cómo te hace sentir eso?”, escuchar la respuesta con una disposición incondicional y positiva, mirar a la gente a los ojos, asentir con la cabeza y decir cosas como “mmm… mmm… claro”.

Quizá hay algo más, pero el punto es que es un juego de dos o más participantes. Entonces, algunos pagan a un terapeuta profesional o esperan que su pareja o un amigo cercano se encargue. En lo personal, me gustaría que todas mis relaciones fuesen terapéuticas, incluso mis relaciones de trabajo.

Entonces, un foco de mi trabajo en Loomio y Enspiral está en el diseño de estructuras organizacionales terapéuticas. Esta sanación pasa en relaciones de uno a uno y en grandes eventos transformadores como festivales y retiros, pero para que el tratamiento sea sostenido, confiable y constante, prefiero mil veces que sea en un grupo reducido.

He observado que cuando la gente encuentra un grupo reducido de personas con quienes comprometerse, pueden desarrollar un grado suficiente de confianza e intimidad para convertirse en co-terapeutas amateur. Practicamos conversar sobre lo que sentimos en prácticamente todas las reuniones grupales. Aprendemos de las experiencias de otros. Nos recordamos unos a otros el cuidado propio y de los demás. En nuestros grupitos practicamos exponernos, mezclarnos, perdonarnos y permanecer juntos.

Entonces, si estás organizándote con personas traumatizadas, quizá sería interesante que te preguntes cómo estructurar el trabajo para que sea terapéutico.

4. Es un lugar para mostrar una prueba viviente

Es mucho más fácil exigir comportamiento ético a instituciones que demostrarlo en nuestras propias organizaciones.

Hemos pasado los últimos 5 años en Loomio demostrando que es posible gestionar una pequeña empresa de software sin una jerarquía. Sé que nuestro contexto es especial: somos una pequeñísima burbuja ultraprivilegiada en el Pacífico Sur. Pero al compartir nuestros métodos estamos dando credibilidad a la afirmación de que es posible coordinar personas sin usar la coerción. Me enorgullece decir que más de 50.000 personas han leído nuestro manual sobre cooperativas en los últimos 6 meses. Quizá eso no sea “demostración” por sí solo, pero es un buen aporte a un cuerpo de trabajo creciente que demuestra que no siempre los bienes comunes tienen que ser trágicos.

Enspiral se compone de cooperativas como Loomio y otras cápsulas de subsistencia que aprenden cómo organizarse sin jerarquías a pequeña escala. Pero también están aprendiendo cómo conectar a los grupos reducidos y acrecentar nuestras prácticas de autogobernanza para que tenga cabida el siguiente orden de magnitud. Ahora somos alrededor de 250 personas que tienen un sistema bastante robusto, altamente adaptable y crecientemente distribuido para compartir la propiedad en toda la red (leer sobre eso aquí). Ahora que hay experimentos transregionales en curso, es razonable imaginar que ampliaremos esta base para incluir a miles de personas en el próximo par de años. Y muchos de nosotros tenemos ganas de crecer a una escala mucho mayor, como el equipo de Scuttlebutt, que están creando muy seriamente una red social para el Consejo Galáctico.

Entonces, si estás organizándote para poner fin a la opresión, ¿cómo puedes demostrar igualdad y respeto en la manera en que trabajas con otros?

5. Es un espacio para prepararse para lo peor

Quizá nuestros experimentos en liderazgo descentralizado, gestión de los bienes comunes y autogobierno son insuficientes y llegaron muy tarde. Quizá no detendremos las millones de muertes de la Tercera Guerra Mundial o de la catástrofe climática. Conozco a muchas personas que tienen claridad mental y que esperan sobrevivir la actual iteración de la civilización. A veces me pregunto: si se está acercando el Apocalipsis, ¿cómo sacar el mayor provecho de mi tiempo? La respuesta siempre es la misma: aprender a trabajar juntos y aprender a cultivar bienes comunes. Quizá soy un iluso, pero debo decirte que intentarlo se siente muy bien. Y mientras estamos en esta gira por los espacios de activismo de Estados Unidos, quiero probar la hipótesis de que también para otros se siente bien.