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Contra la histeria frente a la robotización: “Todas las tecnologías crean desempleo y luego permiten un salto adelante”

Carlota Perez es una de las expertas sobre tecnología más optimistas que hay en estos momentos. Es profesora visitante de Desarrollo Internacional en el London School of Economics, profesora de tecnología y desarrollo socioeconómico en la Universidad de Tecnología de Tallin y profesora honoraria en varias universidades.

Donde muchos ven la actual revolución tecnológica como un generador de desempleo y problemas sociales, Carlota es capaz de ver, a través de los patrones que han dejado las anteriores revoluciones tecnológicas, un futuro claro y prometedor.

En esta entrevista comentamos los argumentos expuestos en su libro ‘Revoluciones tecnológicas y capital financiero: La dinámica de las grandes burbujas financieras y las épocas de bonanza (Economía y demografía)’ donde expone ampliamente su teoría. Conversamos sobre cómo es el presente negro, de crisis, que está generando la tecnología pero también sobre cómo puede ser el futuro dorado.

Según su libro, las revoluciones se propagan en tres períodos. El primero es la instalación, el segundo es la crisis y el tercero es la época dorada. ¿Podría ampliarlo un poco para nuestros lectores?

Con gusto. La instalación es el período en el cual se da el gran experimento con las desconocidas e impredecibles posibilidades del nuevo conjunto de tecnologías. Por eso es un tiempo en el que se corren grandes riesgos y se hacen grandes fortunas. Al principio nadie sabe adónde van a llevar las nuevas tecnologías. Por eso el experimento se convierte en un campo de juego para las finanzas.

Los innovadores rara vez son ricos y las grandes empresas de la revolución anterior no se interesan por estas cosas nuevas, sino que se apegan a lo que les dio el éxito hasta entonces. El resultado es un período de competencia feroz, dirigido por el capital financiero, donde se decide quienes van a ser los nuevos millonarios, los nuevos usos, los productos exitosos y las empresas líderes. Pero todo termina en una burbuja bursátil porque al ver los grandes éxitos y los nuevos millonarios, todo el mundo quiere entrar en el juego. Y claro, la burbuja colapsa.

Lo que sigue es una recesión, donde además se descubre que se destruyeron muchos empleos, que los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres y que los nuevos empleos no han aparecido. La amenaza de desempleo estructural se hace patente, crece la protesta y los líderes populistas encuentran un terreno fértil para sus promesas vanas y exageradas. Es lo que fueron los años treinta en la revolución anterior y es el momento que estamos viviendo ahora.

Lo más importante que hay que entender acerca de ese momento crucial es que ya hay un enorme potencial instalado para transformar toda la economía y crear todo el empleo y bienestar requeridos. Hay que lograr que el control de la inversión pase del mundo financiero al mundo productivo. Por eso llamo este período el “intervalo de relevo”. Pero las finanzas no sueltan y tampoco quieren correr riesgos con la economía real y se refugian en un casino donde hacen apuestas entre ellos con el dinero y las inversiones en papeles.

El tercer período es el despliegue. Puede ser —e históricamente ha sido— la época dorada de esa gran oleada; pero no es automático. Depende de que el Estado entienda que tiene que intervenir para indicar una dirección hacia donde la innovación y la inversión converjan, con alta probabilidad de éxito. Es decir, las políticas apropiadas logran ofrecer un rumbo y suficiente demanda para que se logren a la vez las ganancias en el mundo de los negocios y el bienestar en la sociedad, con suficiente empleo y un nuevo modo de vida.

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¿Puede poner un ejemplo de direcciones que los Estados han tomado en el pasado de forma acertada?

Las direcciones que brindaron los gobiernos de los países desarrollados en la revolución anterior, la de la producción en masa, fueron la suburbanización y la Guerra Fría. Para la primera estaba el Estado del Bienestar garantizando suficientes ingresos para el consumo de masas y la segunda utilizaba los impuestos para la demanda militar. Con ellas fue posible el mayor boom de la historia, pero excluyendo al tercer mundo.

¿Qué se puede hacer a día de hoy?

Hoy tenemos una posibilidad mucho más amplia. Considero que dado el potencial de las TIC y la realidad de los problemas ambientales y de escasez de recursos, podríamos orientar las tecnologías hacia la sustentabilidad inteligente —digital más verde— y hacia el desarrollo global pleno. Ya al mundo desarrollado no le es vital tener energía y materias primas baratas porque los productos más valiosos de esta revolución no dependen de eso sino de la creatividad y el conocimiento.

Lo que tiene que ser barato es la información y su procesamiento, como en efecto lo es. Y los productos son cada vez más intangibles. Si en el pasado se transformaron los servicios en productos (la lavadora, la cocina eléctrica, la batidora, el automóvil privado, los discos) ahora se están transformando los productos en servicios (Spotify, Netflix, ebooks, email). La posibilidad de una época dorada global sustentable existe, lo que no existe es la comprensión de los líderes políticos y del mundo de los negocios.

¿Es posible que algo que ha funcionado para anteriores revoluciones, como la industrial, la eléctrica, la de producción en masa, etc. no funcione con la revolución digital y vayamos a estar en constante crisis?

El capitalismo tiene una característica muy peculiar: nunca actúa para prevenir las crisis sino que sigue ciego hasta que estalla y entonces se ocupa de arreglar las cosas para que no vuelva a ocurrir. Para desgracia del mundo actual, en lugar de resolver el problema de fondo, los líderes políticos decidieron salvar al mundo financiero sin cambiar las condiciones y creo que vamos rumbo a un tercer colapso.

Pero creo que la razón por la que puede que vayamos de crisis en crisis no se debe buscar en la tecnología sino en las teorías económica de moda y en la fe en el mercado puro que se ha apoderado del mundo político. Claro que hace falta el mercado pero también el contexto. Sólo el Estado puede crear un contexto tal que moldee el rumbo de la tecnología.

Para tener una idea de la amplitud del campo de posibilidades socio-políticas que brinda cada revolución tecnológica, basta mirar las tres distintísimas formas que se desarrollaron con la revolución de la producción en masa: el nazi-fascismo, el socialismo sino-soviético y las democracias keynesianas (variando en modelos desde Suecia hasta Estados Unidos).

El mundo está inmerso en una crisis política bastante fuerte (Brexit, Trump en EEUU, Rusia interfiriendo en procesos electorales, Oriente Medio…). ¿Cómo puede solucionar la tecnología todo esto?

La tecnología no puede hacer nada, es un conjunto de instrumentos a ser moldeados sociopolíticamente. Y todos esos fenómenos a que te refieres son típicos del intervalo de las recesiones post-colapso

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¿Ha empeorado la tecnología las crisis políticas y sociales?

Todas las tecnologías crean desempleo al principio y luego permiten un salto adelante y la mejoría de nuevas capas sociales. Estamos en el peor momento de esta oleada tecnológica.

Cuando venga, según su opinión, la época dorada de esta tecnología, ¿cómo se solucionará la cantidad de puestos de trabajo eliminados por la tecnología? ¿Y los desastres políticos que ha ocasionado?

Los desastres políticos sólo se resuelven con aciertos políticos. Lo de los puestos de trabajo se resuelve con políticas sistémicas que contribuyan a nuevas inversiones e innovaciones en espacios que no estaban contemplados en el paradigma anterior: la salud, el ejercicio, los cuidados personales, las nuevas formas renovables de energía, el mantenimiento de bienes realmente durables, los vegetales orgánicos, los productos dietéticos, la comida gourmet, los coach personales, las miles de formas de educación y entrenamiento, la creatividad, los servicios para elevar la calidad de vida, las actividades comunitarias, los nuevos materiales —especialmente los biodegradables— los productos adaptados al usuario, la arquitectura sustentable, el reciclaje, la economía circular y así sucesivamente. Todo eso está ocurriendo espontáneamente pero no en la escala requerida ni a la velocidad necesaria. Eso sólo lo logran las políticas claras y de consenso.

¿En su escenario, la inteligencia artificial es una simple consecuencia de la tecnología o una revolución en sí misma? ¿Cómo puede ser la crisis que ocasione una tecnología incipiente como es la IA?

La inteligencia artificial es una de las formas avanzadas de la revolución informática. Con ella y con la robótica se logrará aumentar la productividad en muchas industrias y esa riqueza creciente servirá de base para ampliar la base de producción en una sociedad donde la calidad de vida esté mucho más definida por los bienes intangibles que por los viejos productos del consumismo tradicional.

Quizás pasaremos a un mundo de acceso a los bienes —mediante el alquiler o por sistemas de compartir— y le daremos más importancia a las experiencias, el aprendizaje, la creatividad y la calidad de vida.

¿Qué opina de la corriente de opinión de gente como Elon Musk o Stephen Hawking que piensan que la IA puede ser un gran desastre para la humanidad?

Que toda nueva tecnología, especialmente una tan poderos como la IA requiere moldeo social y reglamentación adecuada. A veces la gente se orienta hacia el control y no hacia una comprensión profunda de la tecnología en cuestión para moldearla de forma tal que beneficie a la sociedad. Ya aprenderemos a convivir con robots y computadoras inteligentes y todo será tan lento como el aprendizaje que hemos hecho de los iPhones y las tabletas, solo que a una escala mucho mayor.

Siempre recuerdo el caso de los primeros automóviles y la ley que los obligaba a llevar una persona a pié adelante con una bandera roja, para advertir del peligro a los transeúntes y a las personas a caballo. No vayamos a pensar en algo equivalente para la inteligencia artificial.

Imagen | abegum

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