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El coste de la censura gubernamental – PabloYglesias

apagon digital

968 millones en India, 465 millones en Arabia Saudí, 320 millones en Marruecos, 209 millones en Iraq, 116 millones en Brasil, 72 millones en la República del Congo, 69 millones en Pakistán, 69 millones en Bangladesh, 48 millones en Siria, 35 millones en Turquía, y 20 millones de dólares en Argelia.

Esta lista de pares de número/países solo es una parte de los datos revelados recientemente por un estudio realizado por el Centro de Innovación Tecnológica de Brookings (EN/Paper), en el que han intentado aglutinar el impacto económico que han tenido los últimos apagones digitales motivados por intereses políticos.

Para ello, recurren a los 81 apagones de servicios que afectaron a los 19 países analizados. Y el resultado debería servir de alerta a futuros gobiernos censores: estos apagones causaron 2.400 millones de dólares de pérdidas a nivel mundial. 

En tan solo un año (desde el 1 de julio del 2015 al 30 de junio del 2016), por cierto.

Gobiernos disparándose a sí mismos en el pie

Los gobiernos de estos 19 países (y lamentablemente de cada vez más regiones) se han escudado este último en año en varias razones a la hora de implantar de una u otra manera un sistema de censura masivo: salvaguardar la autoridad gubernamental, reducir el impacto de la disidencia de una parte de la ciudadanía, luchar contra el terrorismo, mantener la seguridad nacional… Pero la que más me encanta es la de “proteger el negocio local“.

Entre el 12 y el 23 de mazo del año pasado, Pakistán bloqueó los servicios de movilidad (EN/PDF) para celebrar el Día de Pakistán. 11 días en los que todas las empresas de telecomunicaciones tuvieron, bajo mandato gubernamental, que bloquear 5 kilómetros a la redonda de donde se iba a celebrar el evento, lo que sin lugar a dudas afectaría a esos “peligrosos ciudadanos que pensaban manifestarse en las inmediaciones“, pero también a varios hospitales, al aeropuerto y a la amplia mayoría de negocios de Islamabad, que vieron de pronto reducida su competitividad frente a negocios de fuera del cerco.

¿Cuántas personas habrán muerto gracias a que los ciudadanos de esta ciudad no tenían capacidad para pedir auxilio a una ambulancia? ¿Cuántos negocios fueron saqueados bajo la impunidad del conocimiento de que las autoridades no podrían ser alertadas a tiempo? ¿Qué impacto económico tuvo el hecho de que durante 11 días ningún ciudadano pudo realizar pedidos o reservas online?

El caso de Turquía (EN), bloqueando Twitter y Facebook en respuesta a las imágenes que se hicieron virales del terrorista que puso una bomba en una estación de ferrocarriles para evitar “crear un sentimiento de pánico“, se contradice precisamente con los acontecimientos de este mismo año, cuando el propio Tayyip Erdogan, bajo un nuevo golpe de Estado, hacía uso de las redes sociales (EN) precisamente para pedir a la sociedad afín a su régimen que saliera a las calles.

Y podríamos seguir así un buen rato. Con ese Brasil bloqueando en varias ocasiones WhatsApp (EN), alegando la incapacidad que tiene el gobierno de interceder en las comunicaciones que se hacen en la red, y cuyo impacto económico se cuantifica en decenas de millones de pérdidas (negocios que ofrecen servicios o soporte en esta red, familiares y amigos con menores incentivos para realizar planes…).

O India, que junto a Uganda y Argelia, han bloqueado temporalmente durante este último año los servicios de internet… ¡para evitar que los estudiantes copien en los exámenes!

Considerando la naturaleza crítica de los exámenes para el reclutamiento de talento, se ha pedido a los proveedores de internet que bloqueen los servicios sociales de las 9 de la mañana a la 1 del mediodía previniendo así el uso malicioso de los móviles durante los exámenes.

No estoy bromenado. Son declaraciones textuales de Gaun Seva Pasandgi Mandal, uno de los oficiales del gobierno indio, entrevistado a finales de febrero por el Times of India (EN).

Cada vez dependemos más de los negocios digitales

Para realizar el informe, West se apoyó en las proyecciones de Boston Consulting Group, que ha calculado qué porcentaje del PIB de cada país depende del acceso a Internet (EN/PDF).

Es un dato aproximado (resulta profundamente complejo saber hasta qué nivel el impacto de la digitalización afecta por ejemplo a una compra en el propio establecimiento, o a la elección de una tienda respecto a otra), pero en todo caso es quizás el estudio más actualizado y completo que tenemos en la actualidad.

Además, tuvo en cuenta los datos del Banco Mundial en tanto en cuanto el coste que tiene deshabilitar las redes móviles, el “valor” que tendría cada aplicación individualmente, y hasta el coste económico que supone bloquear los negocios digitales, habida cuenta del número de empleos que viven directa e indirectamente de ellos.

Y el resultado son 2.400 millones de dólares, que seguramente peca de precavido teniendo en cuenta que algunos de los países africanos más afectados por los bloqueos dependen, como ya expliqué en profundidad hace unas semanas, muchísimo más del dinero digital de lo que a priori dependemos los países desarrollados.

Que como decía, los tentáculos que relacionan negocios digitales con físicos pueden ser tan sutiles como lo es la capacidad de impactar inconscientemente en la toma de decisión de una marca frente a otra por haber sido consumidor pasivo de la publicidad expuesta en una red social como Facebook, o el haber salido de pasada en una conversación de un grupo de WhatsApp.

Si hay una forma de defender lo absurdo que supone bloquear parcial o totalmente la conectividad de un pueblo es precisamente aludiendo al impacto económico que tiene una decisión como esta.

Algo que ningún gobierno va a poder defender sino es exponiendo las causas reales de dicho apagón. Que ya le adelanto, tendrán más que ver con las pretensiones de control gubernamental, con los intereses estratégicos que el propio gobierno tenga a expensas del ciudadano, que con la protección de los mismos.

Que sirva esta entrada, y el estudio que la inspira, para que el próximo bloqueo que vivamos ayude a recordarles a esos dirigentes que realmente “están pegándole un tiro en el pie a sus propias economías“, como bien señala West en el informe.

Un /clap mayúsculo a esta investigación. Esperemos que sirva para abrir alguna que otra mente…