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Combatir las “fake news”: ¿un reto imposible?

La explosión reciente de las fake news tiene consequencias serias y reales en el ámbito político. ¿Cómo abordará América Latina este fenómeno ante las grandes elecciones de 2018 que se avecinan

Hemos ingresado a una era de falsedad informacional. Las noticias falsas (#Fakenews), como se las ha denominado, se han convertido en una forma de táctica política para manipular la opinión pública, altamente criticada pero a su vez muy efectiva.

En Latinoamérica ,no son pocos los casos ya reportados: en Argentina por ejemplo, la página Chequeado está haciendo una recopilación de éstas, mientras que un proyecto similar se encuentra en Colombia con ColombiaCheck.

El abordaje a este problema es acuciante para los países de la región, tomando en cuenta que éstos vivirán dos años de intensa campaña electoral.

Sólo en el 2018 hay confirmados 14 procesos electorales, y se espera una cifra similar para el año 2019. Estos procesos se llevarán a cabo en contextos de alta polarización política, que pueden fácilmente convertirse en caldos de cultivo para la manipulación de la información con fines políticos.

Las noticias falsas no son algo reciente, sino una estrategia de monopolios mediáticos en contra de medios independientes y comunitarios.

No obstante, como lo denuncian en una carta abierta varias organizaciones latinoamericanas, las noticias falsas no son algo reciente, sino una estrategia de monopolios mediáticos en contra de medios independientes y comunitarios. El interés por controlar la información y construir “la verdad” siempre ha estado allí, la diferencia es que hoy las redes distribuidas de las tecnologías digitales facilitan la fabricación de información y su viralización.

Es por eso que, no es importante sólo tratar la perspectiva de las noticias falsas, sino también abordar las campañas de desinformación, manipulación y sobre concentración de medios en pocas manos.

La manipulación de la información en la era digital

Los medios de comunicación siempre han sido criticados por su sesgo monopólico. De ahí que la gran innovación que implicó la infraestructura del internet fue facilitar una comunicación distribuida que, Manuel Castells, llamó la autocomunicación de masas.

Esta es, básicamente, la posibilidad de que usuarios pudieran comunicarse de manera directa, sin intermediarios, peer-to-peer, lo cual resultaba una oportunidad para derribar los monopolios mediáticos.

La misma infraestructura que facilitó la #PrimaveraÁrabe o #OccuppyWallStreet, resultó funcional a los intereses fácticos contra los que se luchaba.

No obstante, esa idealización cayó en tela de juicio cuando, una serie de eventos -incluyendo la campaña electoral del actual presidente estadounidense, Donald Trump-, demostraron la gran capacidad de instrumentalización de las plataformas digitales.

De pronto, la misma infraestructura que facilitó la #PrimaveraÁrabe o #OccuppyWallStreet, resultó funcional a los intereses fácticos contra los que se luchaba y a la acumulación del poder.

El medio para crackear la autocomunicación de masas fue un concepto que aún sigue siendo muy sospechoso: la posverdad. Ésta se entiende como la capacidad de fabricar verdades y posicionarlas en base a la evocación que éstas crean en relación a determinados sentimientos, sensaciones o reacciones.

Es decir, las personas tienden a creer aquello que les refuerza los valores dentro de su sistema identitario, los cuales pueden involucrar por ejemplo, el nacionalismo, el racismo, o bien, la indignación de clase.

¿Es la solución un mayor control del Estado?

En base a casos como el de Trump, una de las afrentas más fuertes a las noticias falsas ha sido la mayor regularización y control de la información. Actualmente Francia y Brasil parecen estar generando marcos al respecto.

Brasil ha instalado una comisión, de cara a las elecciones presidenciales de 2018, para generar soluciones y probablemente bloquear sitios con noticias falsas.

Este consejo funcionará bajo tuición del Tribunal Supremo Electoral y estaría compuesto por entidades estatales, incluyendo el Ejército, la Agencia Nacional de Inteligencia y algunas ONGs. Sin embargo, la propuesta ha generado varias reacciones ante la posibilidad que las acciones de Consejo impliquen crear mecanismos de censura con respecto a medios independientes y algunos tradicionales.

Por su parte, el presidente francés Emmanuel Macron ha anunciado una ley en contra de las noticias falsas. De acuerdo a declaraciones, esta ley incluiría incrementar la transparencia de los medios digitales con respecto a su financiamiento y la publicidad que manejan; asimismo, incluiría una disposición para que -en época de elecciones- las autoridades competentes puedan eliminar contenidos o bloquear páginas en caso de noticias falsas.

Éstas estrategias regulatorias no parecen atacar al verdadero problema sino ser justificativo para acrecentar el poder de control los Estados sobre medios de comunicación.

No obstante, éstas estrategias regulatorias no parecen atacar al verdadero problema sino ser justificativo para acrecentar el poder de control los Estados sobre medios de comunicación, sobre todo aquellos independientes, y también, por qué no, sobre los mismos ciudadanos.

El solucionismo tecnológico

Otra alternativa parece ser la misma tecnología, aunque ésta aún no es demasiado eficaz.

Facebook ha introducido dos herramientas. La primera de ellas se llamó “Disputed flags”; la cual etiquetaba noticias que parecían falsas con un icono rojo, en señal de advertencia.

No obstante, la herramienta reportó ser inefectiva en tanto requería mucho tiempo para verificación (3 días) y funcionaba sólo desde una perspectiva dicotómica: noticia falsa o no, lo cual escondía los motivos por los cuales la noticia había sido reportada en primera instancia.

A partir de ello, Facebook volvió a introducir una herramienta ya existente, llamada “Related articles” (artículos relacionados). Ésta básicamente muestra noticias relacionadas a la publicada de modo que sus fuentes puedan ser corroboradas casi inmediatamente, facilitando así el fact-checking.

Otras herramientas que se están usando son los bots conversacionales, como los que se implementarán para las elecciones en Brasil. Estos son, básicamente, chats automatizados que responden consultas de la población sobre formas para verificar información. No obstante, son bastante restringidos en sus respuestas.

Otra herramienta son las  extensiones para los navegadores que identifican y van etiquetando los links a noticias y medios dudosos en base a una base de datos, como el B.S. detector. El problema de éste último es que depende de una constante actualización de la base de datos de medios y no se aplica a todos los contextos ni países.

Ninguno de estos, sin embargo, soluciona el problema de fondo, más sólo ayuda a combatir la propagación de links que lleven a noticias falsas. Los problemas estructurales antes mencionados siguen intactos.

Entonces…¿qué otra solución?

Como se dijo, el contexto de elecciones en varios países de América Latina incrementará el uso de las noticias falsas. Con un interés comprobado de políticos y partidos por manipular la opinión pública sin importar las consecuencias, y sin soluciones definitivas, el mayor frente de defensa son los propios ciudadanos.

Hay iniciativas importantes a partir de grupos de activistas y periodistas que hacen “fact-checking”, tales como Chequeados en Argentina y ColombiaCheck en Colombia.

No obstante, a pesar de sus esfuerzos, es importante que los ciudadanos generen un sentido más crítico con respecto a la información que consumen y que ante potenciales noticias sospechosas, simplemente no las compartan.

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Artículo previamente publicado en Asuntos del Sur. Lea el original aquí

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