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La internet profunda como medio de expresión de las minorías – PabloYglesias

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Esto que ve aquí es la representación gráfica de la distribución de alrededor de 13.000 páginas web de la internet profunda según su relación interna, según el peso que tiene respecto a las demás, y como no, según la temática donde podemos englobarla.

Se trata de un proyecto de investigación realizado por Darksum (EN), una empresa de indexación profunda, e Intelliagg (EN), una compañía de seguridad de Reino Unido, y que puede consultar en esta página (EN).

¿El objetivo? Arrojar un poco de luz sobre el verdadero uso de redes anónimas como la de TOR (la estudiada en este ejercicio, y a día de hoy, la más usada), y si fuera necesario, desmitificar su aparente relación directa con el cibrecrimen, las drogas y la pornografía ilegal.

En un entorno que generalmente asociamos con el mercado negro, lo cierto es que algo menos de la mitad en efecto realizan o tratan temas que podemos considerar ilegales. Un porcentaje muy inferior al que hasta ahora se tenía en mente.

El resto (la mayoría), ofrecen espacios donde personas con intereses específicos esperan poder expresarse sin las limitaciones de un entorno identificativo. Hablamos de personas interesadas en dar su punto de vista sobre temas que pueden ser considerados tabú por su cultura, cuando no penados por una legislación intolerante. Foros de transexuales, espacios de ayuda frente a la exclusión social, e intranets de activistas, conforman ese grueso de la darknet que habitualmente queda fuera del radar de la mayoría de noticias.

La importancia de la privacidad en las comunicaciones

Seguramente este titular le suene un poco, ¿verdad? Lo cierto es que pese a lo mucho que hemos avanzado, todavía en culturas como la nuestra hay temas considerados tabú, que difícilmente pueden tratarse en un espacio basado en la identificación y almacenaje ilimitado.

La censura (ya sea gubernamental o propiamente social) de cada vez un mayor número de países, empuja a aquellos que se sienten desplazados a entornos donde la privacidad está más asegurada, como ocurre con redes como TOR.

Algo que en su día ofrecía Internet, gracias a esa descentralización inicial. Gracias a que el negocio de la red no se había industrializado bajo el paraguas delprofiling de usuarios. Gracias a que los proyectos de expresión ciudadana no se basaban en la identificación, sino en el contenido.

Con la llegada de la web 2.0, pasamos de un entorno en el que cualquiera podía expresarse bajo un nick, cuando no directamente de forma anónima, a otro en el que era necesario loguearse con un usuario, asociado de manera directa o indirecta, a nuestra identidad.

¿Que aún hoy en día se puede mentir? Por supuesto, a sabiendas que estamos incumpliendo las cláusulas de uso de estos servicios, y que por ello, pueden negarnos la entrada en cualquier momento. E incluso aceptando este hecho, resulta cada vez más complicado navegar por la red sin dejar un rastro que aunque no esté asociado con nuestra identidad, no deje de ser identificativo para quien está interesado en nuestro profiling.

Se rompe así la dicotomía de privacidad digital, volviendo al tercer entorno un lugar menos favorable para el debate, y se empuja a aquellos que sienten la necesidad de mantener esa cultura a entornos menos controlables, como es la internet profunda.

La relación entre privacidad y redes descentralizadas

TOR, como el resto de redes basadas en el anonimato, ofrece una suerte de ofuscación de esas huellas que generalmente dejamos al movernos en una red.

Por supuesto, nada es infalible, y ya quedó demostrado en su día que un organismo con suficiente poder (como una agencia de inteligencia) puede ser capaz de redibujar el camino que el usuario de una red de este tipo realiza en sus comunicaciones para en efecto obtener un rastro que lo pueda llevar a conocer la identidad de la persona que está detrás.

Pero hablamos de un nivel de complejidad que a priori evita que acciones de este tipo se hagan a nivel masivo, y que por ello, queden relegadas a intereses realmente críticos (terrorismo, bandas organizadas, pederastas,…), teniendo que dedicar cuantiosos recursos para el seguimiento de un usuario específico.

Por el camino, miles de usuarios que encuentran en este tercer entorno acotado las herramientas necesarias ya no solo para comunicarse anónimamente, sino también para expresarse sin las barreras culturales, sociales y de género que generalmente nos cohiben.

Maridos y esposas hablando abiertamente de su homosexualidad o de sus sentimientos para con otro miembro de la familia, grupos de mujeres expresando sus dudas y contando sus experiencias sexuales desde territorios declarados abierta y judicialmente machistas, colectivos minoritarios (LGTB, inmigrantes, …) encontrando un punto en común en el que compartir conocimiento, centros de ayuda que aprovechan el anonimato de este tipo de redes como mejor lubricante para ese primer contacto con personas en riesgo de exclusión social, o aquellas que están a día de hoy siendo maltratadas. 

Hablamos de grupos que se aprovechan positivamente de la privacidad de las comunicaciones para dar ese paso, para sentirse libres de hablar de aquello que les inquieta, y para encontrar ayuda entre todos aquellos que están en la misma situación.

E incluso compañías y organizaciones cuyo bien es la información encuentran en entornos como TOR una vía para atraer a ese porcentaje de la sociedad interesada en estar informada y conectada, sin caer en los engranajes de abuso de privacidad del Internet que todos conocemos. Es el caso de ProPublica, el portal de periodismo de investigación sin ánimo de lucro, que cuenta con una versión de su web en TOR (EN), o la de Facebook, que en su día desarrolló una versión compatible (EN) para todos aquellos usuarios que ya entran desde TOR a su servicio, y que de vez en cuando se encuentran con bloqueos (gubernamentales, o propiamente de la página).

Pese a que no medie entre medias un nombre real. Pese a que no exista una declaración intencionada. De hecho, es gracias a ello que esa comunicación se hace sin las limitaciones y miedos que en un entorno más controlado, más identificativo, coartarían la libertad de expresión de la mayoría.

Ya sea por el mero hecho en sí, o por las implicaciones que tendría a nivel de vida si esa información se asociara públicamente a mi identidad, es importante apoyar proyectos de este tipo. Que haya en el tercer entorno herramientas que ayuden a la sociedad a expresarse sin miedo a que factores externos les exploten en la cara.

Y por supuesto, TOR, como el resto de redes de este tipo, seguirá siendo guarida de negocios clandestinos. Pero el puro peso social hace, como se demuestra en este estudio, que la mayoría acabe utilizando una herramienta como ésta para el bien de la sociedad, y no para su destrucción.

Que la darknet no deja de ser un conjunto de tecnologías más, sin criterio y moral alguna. Es trabajo de quien hace uso de ella el decidir para qué la utiliza.

Es un medio para obtener un fin. Una herramienta que pervierte el interés de una élite minoritaria por el control de las comunicaciones de todos nosotros. Y solo por ese porcentaje de buenos usos merece, y mucho, seguir creciendo.

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