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Monsanto se pasa a los productos orgánicos: ¿Redención o estrategia de mercado?

Un transgénico (organismo genéticamente modificado o OGM) consiste en injertar genes de una especie en otra. El hombre lleva realizando injertos para crear híbridos en especies iguales (plantas con plantas, por ejemplo) durante años, buscando mejorar los alimentos.

Pero la diferencia con un OGM radica en que estos organismos transgénicos se realizan cruzando genéticamente especies distintas. Es decir, es normal cruzar frutas con otras frutas o verduras con otras verduras, pero no una acelga con mosquito, por ejemplo, porque desde el punto de vista de las leyes naturales es simplemente inviable.

¿’Supervegetales’ saludables?

Monsanto ha logrado crear lechugas más dulces y crujientes, chiles en miniatura con sabor y propiedades concentradas, frutas más dulces o brócoli y tomates con una cantidad de antioxidantes tres veces mayor que los niveles normales.

“Las tiendas de comestibles están buscando para sus estanterías productos nuevos, que tengan algo diferente”, dice Kenny Avery, vicepresidente de Monsanto.” Y los consumidores buscan lo mismo”, añade.

Si bien los OGM deben ir etiquetados como tales para informar a los consumidores cada vez en más lugares, estos requisitos no se aplicarán a los nuevos ‘supervegetales’ de Monsanto, porque, aunque creados en un laboratorio, desde el punto de vista técnico, estas verduras son casi tan naturales como las que venden en el mercado los agricultores.

Sin embargo, para el estadounidense Robert Lustig, endocrinólogo pediatra y presidente del Instituto para la Nutrición Responsable de California, nadie sabe en realidad si estos alimentos serán saludables. Lusting explica que “nadie ha jugueteado nunca con los niveles de azúcar de los alimentos como lo está haciendo Monsanto”. Es, esencialmente un experimento”, añade, afirmando que “el único resultado que les importa es el beneficio”.

Los experimentos de Monsanto

La compañía Monsanto ha logrado cruces imposibles como un maíz con genes de un salmón o de bacterias, y los resultados de esta trasgenia son nuevas formas de vida, nuevas proteínas y enzimas, cuyos efectos sobre el ambiente y sobre la salud son aún desconocidos.

El gran riesgo radica en que al saltarse las normas genéticas también afectan no solo a la biodiversidad sino a la cadena de la vida, pues los organismos tienen algo llamado selectividad, por lo que una vaca acostumbrada a comer vegetales reacciona mal si se la alimenta con carne, que fue lo que pasó con la enfermedad de las “vaca locas”. Por lo tanto, al alimentar a los animales y a los seres humanos con transgénicos, se corre un serio peligro de anular esta selectividad y que el organismo no sea capaz de reaccionar cuando ingiera algo que no debe.

Ante la controversia y el rechazo que los productos de Monsanto están generando a nivel global, la compañía ha decidido volver a prácticas ancestrales, cruzando verduras y hortalizas en su laboratorio, pero aplicando los conocimientos científicos acumulados por la compañía durante décadas para crear productos ‘naturales’, no transgénicos.

El ‘leitmotiv’ de Monsanto

En este sentido, David Stark, responsable del Departamento de Protección del Consumidor de Monsanto, señalaba recientemente que “el objetivo es conseguir que el consumidor confíe en los productos y los compre”. “Eso es lo que realmente quiero. Que las ventas crezcan”, añade.