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¿Podrías acusar a Shakespeare, Borges, Neruda (u otros) de ser infractores de propiedad intelectual?

por  para Manzana Mecánica

Absurdo, ¿no? Pues, si las actuales leyes de propiedad intelectual hubiesen sido tan fuertes como ahora, estos autores hubieran sido acusados de plagio (tal como en el ejemplo del cómic al final de este artículo).

Por sobre la autoría, está el trabajo literario

Julio Cortázar en Diario para un cuento escribe: “No me acuerdo, cómo podría acordarme de ese diálogo. Pero fue así, lo escribo escuchándolo,o lo invento copiándolo, o lo copio inventándolo. Preguntarse de paso si no será eso la literatura”. Por su parte, Jorge Luis Borges en El enigma de Edward Fitzgerald afirma que “Toda colaboración es misteriosa”. Aquí, Borges muestra cómo Fitzgerald, literato inglés, es capaz de recrear la poesía escrita por el persa Umar ben Ibrahim siete siglos atrás. Para Borges, lo anterior es posible gracias al misterio del azar que permite la unión de la producción de ambos, a partir de la traducción, interpretación y la invención que Fitzgerald hace de lo ya hecho por Umar. El mismo Borges experimentó esta “colaboración misteriosa” con Adolfo Bioy Casares, creando dos autores que son producto de su escritura a dos manos: Honorio Bustos Domecq y Suárez Lynch. Según la opinión de diversos críticos, y del mismo Borges, estos autores ficticios se diferencian de las creaciones literarias de ambos autores por separado. Cada uno posee su propio estilo literario, producto de las propuestas alternadas de ambos autores y del trabajo conjunto, de la reproducción de ideas en el trabajo de uno y de otro, el abandono del ego, el ejercicio de la literatura como un placer. Cada autor aporta al texto lo suyo, en donde por sobre la autoría, está el trabajo literario. ¿Acaso no podríamos decir que cada autor es producto de la creación de otros autores, y que al mismo tiempo, se diferencian de estos, como en el caso de Bustos Domecq y Suárez Lynch?

La literatura siempre es re-escritura

En literatura se utilizan influencias directas o indirectas de otros textos para nuevas creaciones.

La obra misma de Borges está plagada de referencias y re-escrituras de textos de otros autores, que lo inspiraron, influyeron y que contribuyeron a su imaginación literaria. Sin embargo, nadie diría que la obra de Borges es copia de la obra de otros autores. ¿Entonces, por qué insistir, sobre todo desde la industria cultural, con los derechos de propiedad intelectual y, en el último tiempo, con un endurecimiento de estos? Podemos afirmar que la creación literaria es un tipo de producción artística que está íntimamente relacionada con la copia de modelos, el diálogo con otras obras, la re-escritura de textos ya escritos, o lo que los entendidos llaman “intertextualidad”. Borges, en Pierre Menard, autor del Quijote, relata cómo Menard trata de escribir algunos capítulos de El Quijote en el siglo XIX, de forma idéntica al original, en un ejercicio de reproducción palabra por palabra. Sin embargo, el texto no es una copia; esto porque el público no es el mismo. De esta forma, lo que define una obra no es tanto su originalidad o lo que “quiere decir el autor”, sino que es la recepción de los lectores en una época determinada, y enlazado con el clima cultural y social del momento, lo que define los mecanismos de interpretación de una obra, sus usos, sus significados y su entrada en aquella red creativa que la enlaza con textos anteriores y con los que han de ser creados a partir de ella. En este sentido, considero que el endurecimiento de los derechos de propiedad intelectual clausuran esa red al interponer barreras a la creatividad.

La defensa de los derechos de propiedad intelectual puede caer en cosas realmente absurdas. Ya lo hemos visto en varios ejemplos relacionados con el patentamiento de gestos, códigos genéticos, o empresas que se dedican a perseguir a quienes samplean o hacen remixes (sin lo cual no existiría el hiphop o tantas otras tendencias en música). En el caso de la literatura, los derechos que en un comienzo duraban catorce años en manos del autor, ahora duran toda su vida y pueden ser extendidos por setenta años más (en manos de la familia por supuesto), antes de que pasen a ser parte del dominio público. Parafraseando a Richard Posner (citado en un artículo de J. Jenkins en el Washington Post), si esto hubiera sido así en el pasado, Shakespeare, Borges, Neruda, Poe, y casi todos los escritores de literatura estarían tras las rejas o sus obras habrían sido sacadas de circulación, comoocurrió con la novela El hacedor de Borges (Remake) de Fernández Mallo, por sólo nombrar un caso reciente.

¿Que la propiedad intelectual fomenta la innovación y la creatividad? ¡Patrañas!

Cómic aludido:

Imagen: jimmiehomeschoolmom