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Privacidad, propiedad intelectual y el futuro de la libertad.

La sociedad de control, Jose F. Alcántara

En los últimos años el mundo ha cambiado mucho, la tecnología digital abre nuevas posibilidades que van desde el modo en que nos organizamos socialmente hasta el modo en que nos informamos y nos comunicamos con las demás personas, pasando por las nuevas formas de ocio y de consumir nuestro tiempo libre.

Pero, aparejado a esas nuevas posibilidades, surgen nuevos peligros que amenazan nuestras libertades y derechos más básicos, uno de ellos el derecho a mantener nuestra privacidad. A menudo, desde el poder establecido se ha divulgado el mensaje de que la red es utilizada mayoritariamente para cometer actos delictivos, cuando en absoluto es así. La red no es más que el reflejo de las personas que la van construyendo, y esas personas son las mismas con quienes convivimos en otros ámbitos de nuestra vida. Así, en la red no hay más delincuentes ni personas dispuestas a delinquir que fuera de ella. No hay más daño dentro que fuera de la red. Sin embargo, los poderes políticos y económicos temen a la red y la temen porque abre nuevas posibilidades sociales, de organización al margen de los hilos conductores de la sociedad durante los dos últimos siglos (partidos políticos y poder económico concentrado en muy pocas manos). Dicen que sus negocios sufren (y quizá sea cierto) con el advenimiento de internet. Unos y otros, políticos y oligopolistas del entretenimiento, se parapetan en la mal llamada propiedad intelectual para defender el levantamiento de muros, vallas y barricadas que nos impidan usar la red libremente.
lo hacen aún a sabiendas de que para conseguirlo tendrán que recortar nuestros derechos y libertades más fundamentales (la libertad de expresión e información, la libertad de comunicación con otras personas y el intercambio de información con las mismas). Es ahí donde comienza a jugarse el futuro de la libertad, nuestra libertad, asediada por grupos de poder que ven en los cambios que internet podría introducir en nuestras vidas una amenaza. Muchas de estas leyes para recortar nuestros derechos ya están en vigor (endurecimiento de las leyes de propiedad intelectual, leyes de retención de datos, nuevas leyes antiterroristas desarrolladas en el marco de la «guerra contra el terror») y otras están por venir. Unas y otras, sin duda, seguirán endureciéndose en tanto la sociedad no ofrezca desde las calles un rechazo fuerte a las mismas. La sociedad digital ha traído unas posibilidades democratizadoras como nunca antes se habían conocido, pero un mal uso de las nuevas tecnologías (que otorgue demasiado control a un reducido número de personas) desembocaría en la creación de una terrorífica distopía que, si no estamos diestros, será difícil evitar: la sociedad de control.