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¿Qué es la tendencia a la confirmación y por qué no nos podemos fiar ni de nosotros?

Una de las trampas cognitivas en las que más alegremente tropezaos es la llamada tendencia a la confirmación. Ésta tiene lugar cuando las cosas del mundo respaldan nuestras creencias y prestamos menos atención a las cosas que las contradicen.

Sería como la versión cotidiana de lo que en el ámbito de la ciencia se llama “cherry picking“.

Nos gusta la coherencia

Nos gustan que nuestros pensamientos parecen coherentes. Que nuestra idea sobre nosotros sea también coherente con nuestro comportamiento. Sin embargo, esto no suele ser lo habitual, de modo que tendemos a engañarnos para que lo sea. De este modo, podemos andar por el mundo sintiendo que somos personas racionales, y no meras briznas de hierba volubles a cualquier viento.

No hace falta que abracemos creencias profundamente irracionales para evidenciar nuestra tendencia a la confirmación: puede ocurrir en cualquier ámbito de nuestra vida. Así, por ejemplo, esta tendencia aparece cuando la gente se fija más en cuándo sus plegarias son escuchadas, como en admitir quién lava más los platos en casa. Y hay más, como abunda en ello Derren Brown en su libro Érase una vez… una historia alternativa de la felicidad:

Igualmente, actuamos bajo esta influencia siempre que nos fijamos en los hábitos molestos de alguien que no nos gusta, más que en los agradables. La tendencia a la confirmación nos proporciona diariamente todas las pruebas necesarias para atenernos al guion y para que nuestra vida continúe en la misma línea y parezca verdad.

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El sesgo de confirmación puede usarse para explicar por qué algunas creencias permanecen cuando las pruebas iniciales en su favor son revocadas. También justifica el haber inventado la ciencia: nosotros (incluidos los científicos) somos tan poco fiables que necesitamos diseñar complejos y sofistacados sistemas de verificación de afirmaciones que deben poder probarse, explicarse y evidenciarse en cualquier momento. Y evitar en lo posible éste y otros sesgos (aunque la propia ciencia arrastre algunos otros sesgos, como el ya mencionado cherry picking).

Con todo, por ser justos, antes de que naciera la ciencia para sacarnos de nuestras debilidades cognitivas, algunos pensadores y escritores ya habían referido anecdóticamente que el cerebro humano falla más que una escopeta de feria. Por ejemplo, en La Divina Comedia, Tomás de Aquino advierte a Dante cuando se encuentran en el Paraíso: «Una opinión con frecuencia puede inclinarse precipitadamente al lado equivocado y después el cariño a las opiniones propias ata, restringe la mente».

Sin embargo, la tendecia a la confirmación no fue acuñada como hasta que el psicólogo inglés Peter Cathcart Wason realizada un experimento a este respecto publicado en 1960. A partir de entonces, los estudios que confirman nuestra falibilidad a la hora de razonar podrían sepultarnos. Afortunadamente, la verdad ya no es solo lo que dice la gente, sino lo que supera las exigencias del método científico.

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