Artículos

Científicos encuentran base genética del “altruismo” que desmentiría teoría económica en que se funda el capitalismo

Una de las cosas más bellas de la ciencia es que nos permite poner a prueba cosas que damos por sentadas. Por ejemplo, si le hago la pregunta “¿Qué es lo que motiva a las personas a ejercer tal o cual actividad?”, probablemente usted me responda: “El afán de dinero, el interés propio”. Es algo que se asume como cierto en muchas teorías económicas e, incluso, en la elaboración de políticas públicas. Sin embargo, uno puede pensar: “¿Es realmente el ser humano egoísta? ¿Realmente lo que le motiva es su propio beneficio? ¿obtener la mayor cantidad de dinero posible?”.

Luego, habiéndose hecho estas preguntas, uno puede diseñar experimentos para poner a prueba esas “verdades” que asumimos como ciertas.

Imagine, por ejemplo, lo siguiente: Usted le entrega una cantidad de dinero a una persona y luego le ofrece la posibilidad de enviar cualquier suma de este dinero a un tercero. El tercero es un desconocido y ambos sujetos nunca se verán las caras. La predicción que haría un economista típico es clara: el humano es racional y egoísta, por tanto no le enviará ningún peso. Sin embargo, cuando este experimento se ha efectuado, la mayor parte de las personas envía algo de su dinero. Esto contradice las predicciones de la teoría y muestra que existe un significativo grado de altruismo en la conducta humana.

En un reciente artículo publicado el año pasado (2013) por Martin Reuter y sus colegas de la Universidad de Bonn (Alemania), los autores utilizaron una conocida variación del experimento mencionado más arriba (el cual se denomina “Juego del Dictador”), conocida también como “Juego del Ultimatum”.

La dinámica del experimento es similar: dos desconocidos, llamémosles Elber y Rosamel (los cuales nunca se verán las caras), son asignados como pareja, ambos conociendo todas las reglas del juego (que el juego es anónimo, cuánto dinero se le entregará a cada jugador, etc).

El investigador que dirige el experimento le entrega una suma de dinero a Elber (en este caso, €10) y le da la oportunidad de enviar alguna parte de su dinero a Rosamel (quien tiene €0), quedándose Elber con el dinero restante. Así, por ejemplo, si Elber decide enviarle €3, él se queda con €7 y Rosamel con €3. La diferencia con el Juego del Dictador es que, en el Juego del Ultimatum, Rosamel puede decidir si considera justo o no el envío de Elber: si lo considera justo, ambos se quedan con la suma repartida (en este caso, Elber con los €7 y Rosamel con los €3), pero, si Rosamel considera que la repartición es injusta, puede rehusar recibir ese dinero. En este caso, ambos jugadores se quedan con €0.

La predicción es que un agente que busca sólo maximizar sus utilidades aceptará cualquier oferta mayor a €0, porque recibir cualquier suma de dinero es mejor que recibir nada. Sin embargo, la gente no actúa de ese modo: en general, un Rosamel que recibe una cantidad de dinero muy inferior a la mitad del monto del que dispone Elber rechazará la oferta, quedándose ambos con €0. Piense un momento en la conducta de Rosamel: él está incurriendo en un costo (dado que decide perder dinero) por castigar una repartición que considera injusta. Estos experimentos muestran que no todo es racionalidad y egoísmo, sino que también motivaciones tales como el altruismo, el malestar ante la desigualdad y la justicia son importantes en la conducta humana.

Para ir más alla, los autores se preguntan si existen genes asociados a estas conductas. Específicamente, Reuter y sus colegas analizaron cómo diferentes alelos (variantes) del gen del receptor de dopamina, un conocido neurotransmisor, están asociados con la conducta de los humanos en el Juego del Ultimatum (para una breve descripción de lo que es un gen, un alelo y un receptor de neurotransmisor, revise el final del texto).

Interesantemente, los autores encuentran que estos alelos están asociados con la conducta tanto de Elber como de Rosamel: si nos centramos en el caso de Rosamel, los resultados son similares a los que ya habían sido reportados por Songfa Zhong y colaboradores: los sujetos que no presentan un alelo específico de este gen tienden a rechazar ofertas más altas (o sea, priorizan lo justo que les parece la repartición por sobre el dinero que recibirán) que los sujetos que sí presentan ese alelo. En resumen, los autores muestran dos cosas: 1) que, para la mayor parte de los sujetos, lo justo que les parece una distribución de dinero es más importante que el dinero mismo y 2) que existen bases genéticas para éstas conductas.

Estos resultados se suman a un creciente cuerpo de evidencia que muestra que los supuestos sobre los que se basa la llamada “Teoría Económica Neoclásica” (i.e., la teoría económica dominante en la actualidad) son falsos.

Esta teoría supone que el ser humano es racional y egoísta: así se comporta y, más aún, así es su naturaleza. Es la teoría a la cual se refería el ex presidente Sebastián Piñera cuando, en una entrevista radial, declaró que “El modelo en el que nosotros creemos es el que ha dado los mejores resultados, los más fecundos, a lo largo de la historia y, en mi opinión, es el modelo que más se adecúa a la naturaleza humana.” Sin embargo, ya desde los años ’70s que esta teoría se viene desconfirmando experimentalmente, gracias, inicialmente, a los experimentos pioneros de Kahneman y Tversky, quienes mostraron que, al tomar decisiones, no somos agentes precisamente “racionales”.

En los ’90s se comenzaron a desarrollar paradigmas experimentales para comprobar si somos realmente “egoístas”, como el Juego del Dictador y el del Ultimatum, además del “Juego de la Confianza”, en el cual, mediante una dinámica similar a los anteriores (incluyendo el anonimato y el hecho de que todos los sujetos interactúan solo una vez con su compañero de experimento), se pueden cuantificar variables como confianza y reciprocidad. Los resultados son bastante consistentes en que en todas las culturas y en todos los rangos etáreos, sea cual sea el monto invulucrado, los sujetos suelen “confiar” el 60% del dinero que tienen disponible, mientras que los sujetos a quienes se les ha confiado dinero usualmente manifiestan conductas de reciprocidad. En estos tres juegos se ha encontrado, además, que existen bases genéticas que podrían estar a la base de conductas de altruismo, confianza, justicia y reciprocidad.

El modelo del ser humano como agente racional y egoísta, a pesar de estar obsoleto, es el que se sigue enseñando en gran parte de las escuelas de economía en todo el mundo, y el que sigue utilizando para elaborar políticas públicas. ¿Por qué? ¿Ignorancia académica? ¿Resistencia al cambio? ¿Conveniencia ideológica por parte de cierta clase o grupo de poder? Si bien no es el lugar para responder esas preguntas, el autor está seguro de que, definitivamente, no es porque el modelo continúe siendo una “verdad” científica.

Se puede pensar en los genes como los libros de una gigantesca biblioteca que existe dentro del núcleo de cada una de las células de nuestro organismo (incluyendo a las neuronas de nuestro cerebro, dado que también son células). Cuando las células deciden construir alguna proteína, toman de esta biblioteca los libros que contienen las instrucciones para hacerlo. Ahora, para construir la misma proteína pueden existir diversas copias del mismo libro: cada una de estas copias, cuyas instrucciones, salvo leves variaciones, son virtualmente iguales, se denominan “alelos”. Los diferentes alelos hacen que la misma proteína sea levemente distinta y funcione, por tanto, de un modo ligeramente diferente.
Proteínas importantísimas para el funcionamiento del cerebro son los receptores de neurotransmisores: las neuronas liberan neurotransmisores y estos se unen con receptores presentes en otras neuronas, lo que permite que estas puedan comunicarse unas con otras. Como los genes de un individuo pueden tener distintos alelos (o sea, instrucciones distintas para construir diferentes versiones de la misma proteína), entonces cada individuo puede tener ligeras variaciones en el mismo receptor de un neurotransmisor, lo que hace que este tenga efectos distintos en el cerebro.

Para leer los artículos originales descarge los siguientes link
http://www.frontiersin.org/human_neuroscience/10.3389/fnhum.2013.00242/abstract

http://www.plosone.org/article/info%3Adoi%2F10.1371%2Fjournal.pone.0013765