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Cooperación sin cordinación: Cómo crear una Constitución de manera colaborativa

POR: Sebastián Lehuedé, Periodista

GitHub es un servicio que permite almacenar, compartir y discutir proyectos de código abierto (open source). La plataforma ya tiene cinco años, y, según afirmaron en su blog, cuentan con 3.5 millones de usuarios y 6 millones de proyectos.

En este lugar fue donde, hace 5 días, un usuario denunció un “bug” (término que se usa para denominar errores o fallas en la programación de software): el gobierno de Estados Unidos sufre de “cierre parcial”. Utilizando el clásico lenguaje de los programadores, devatron5000 escribió: “Espero que puedan resolver esto pronto. El gobierno debería tener un 100% de tiempo con actividad para ser una fuente confiable para el resto del mundo”.

Por supuesto, varias respuestas utilizaron también un humor nerd para referirse a posibles soluciones:

  • “Pareciera ser que código agregado en HealthCare() está causando la falla de algunos de los tests de la Constitución”.

  • “El método: republicanAnswer(NSString)question (NSObject)party{ if( party.democratic){ return NO; }else if (party.republican){ return YES; } parece estar roto”.

  • Bueno, ¿qué esperaban que ocurriera cuando tenemos el hábito de cambiar de director de proyecto cada cuatro años? Liderazgo inconsistente construye software basura”.

Aprendiendo de las comunidades de código abierto

Aunque el caso anterior se trata de una broma, no resulta tan descabellado pensar las comunidades de código abierto (open source) como un modelo del cual nuestra democracia podría aprender un par de cosas. En su famosa charla TED “Cómo Internet (algún día) transformará el gobierno”, Clay Shirky asegura que el principal objetivo de los grupos de código abierto es poner orden al “caos social” que genera un gran volumen de personas debatiendo y proponiendo soluciones al mismo problema.

La solución: los sistemas de control de versiones. Estos modelos en su versión tradicional sólo permiten realizar cambios a quienes tengan los permisos específicos, ya sea a nivel general o en una subsección del código.. El problema es que finalmente existe un “propietario”, es decir, una o más personas que poseen el control total, lo que Shirky compara con el sistema feudal. Así, dice, se creó el Office de Microsoft o el Photoshop de Adobe, donde las empresas son dueñas del software. A este modelo se le llama “centralizado”.

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Sistema de control de versiones centralizado

¿Qué hicieron las comunidades de código abierto? Linus Torvalds, el creador de Linux, pensó otro esquema. Se negó a caer en el método tradicional de los sistemas de control de versiones y, en cambio, administró la colaboración de usuarios a través de su correo, uniendo las modificaciones que le enviaban. Luego de años trabajando de esa manera ideó Git, un sistema de control de cambios que permitió tener acceso al código de fuente a todos los colaboradores y generar cambios con un código identificador individual. A este modelo es al que se le llama distribuido.

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Sistema de control de versiones distribuido

El gran cambio según Shirky: cooperación sin coordinación. Es decir, que gracias a los sistemas distribuidos cualquier persona fue capaz de tomar una parte del código, mejorarlo y luego dejarlo en la “copia canónica”, es decir, la definitiva.

Entre otras características, GitHub permite revisar el historial de cada proyecto, quiénes han sido los colaboradores, los “compromisos” adquiridos por los usuarios con su respectivo estado de avance y otras líneas de desarrollo tomadas por otros usuarios.

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En GitHub cada cambio tiene un código específico y es posible de ser visualizado de manera individual. El rojo muestra texto eliminado y el verde el agregado.

Lo que demuestra la anécdota del comienzo -un usuario que propone mejorar el sistema político estadounidense a través de GitHub- no parece tan descabellado. ¿Por qué no pensar proyectos de ley, debates presupuestarios o incluso una Constitución creada por todos a través de un sistema de código abierto? Shirky asegura que el modelo no sólo es colaborativo, distribuido y económico sino que además está en sintonía con los ideales democráticos.

Lo que parece haber aprendido Islandia de los Git

En la vida real, el proceso más parecido a elaborar una constitución a través de un modelo distribuido es el de Islandia. Existen muchos mitos al respecto. Aunque algunos medios tildaron el proceso de “crowdsourcing” (colaboración abierta), al menos en esta presentación de una de las co-autoras del documento lo niega rotundamente.

En realidad, el proceso tuvo ciertas características que lo hicieron parecer distribuido, pero como afirma Silja Ómarsdóttir: “Todo lo escrito en la versión final pasó antes por nuestro comité”. Algunas de las ideas que no pasaron, por ejemplo, fueron criminalizar la banca o eliminar la propiedad privada. Sin embargo, existen algunos procesos que valen la pena destacar y que parecen haber estado inspirado en el sistema Git.

Como punto de partida se convocó a 1.000 ciudadanos a opinar. Las personas fueron elegidas al azar aunque respetando una representación estadística de edad, origen geográfico y sexo. En la nube de palabras final los términos más importantes eran nación, recursos naturales, Constitución y sistema de salud. En cuanto a los valores, los más mencionados fueron responsabilidad, igualdad, democracia, honestidad, respeto a los Derechos Humanos, justicia y libertad.

Este trabajo fue tomado como punto de partida por los 25 expertos encargados de redactar el documento final. El trabajo de escritura tomó cuatro meses, y lo destacable del proceso fue que los comité que se formaron tuvieron siempre el mandato de actuar con transparencia y apertura.

El comité en el que participó Ómarsdóttir se reunía los miércoles para elaborar una nueva versión del documento. En caso de estar de acuerdo, se publicaba en la web y en Facebook, Twitter, Flickr y Youtube.

Como en GitHub, la versión web permitía ver a la izquierda la última versión del borrador y enlaces a las versiones anteriores y a la derecha los comentarios de los miembros del comité sobre los cambios. Además, al final había un espacio abierto a comentarios a través de Facebook, desde donde se recibieron más de 3.000 mensajes con, según el testimonio de Ómarsdóttir, “opiniones que no habíamos considerado”.

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Parte de la interfaz de la redacción de la Constitución de Islandia (vía).

El testimonio de Silja Ómarsdóttir termina de una manera no muy optimista: en la nube de palabras final de la Constituciónel término más importante es “Parlamento” (Alþingi), que posee un bajo 9% de confianza en Islandia.

Como dice Clay Shirky, las comunidades de código abierto crearon una nueva forma de debatir. No necesariamente debe ser implementado de manera radical en los procesos legislativos o constituyentes de los países, pero ya que respetan el sistema democrático y permiten una mayor participación a la que estamos acostumbrados, representan un modelo simple e imitable. Sin embargo, el punto de quiebre actual no parece estar de lado de la tecnología (el software existe, se puede descargar e instalar) sino que de la capacidad de la ciudadanía y sobre todo de sus representantes de crear un compromiso con la apertura y la transparencia.