Artículos

De cuando el cifrado juega en contra de la seguridad digital

Es curioso ver cómo, conforme pasa el tiempo, algunos conceptos evolucionan hasta derroteros que jamás pensaste que llegarían.

Desde hace unos años las conexiones vía protocolos cifrados de punto a punto se están posicionando como la opción por defecto de comunicación en el tercer entorno. Y eso, como explicábamos recientemente, es muy bueno.

Pero esto no quita que entrañe también sus riesgos.

El caso más claro lo tenemos en WhatsApp, y en general en todas esas aplicaciones de mensajería instantánea que se han vuelto, de facto, el sistema para estar en contacto con los nuestros, y que además son cada vez más susceptibles de ser utilizadas como canal principal de difusión de noticias falsas.

Hasta aquí nada del otro mundo, ¿verdad? Si las redes sociales están moviéndose con el fin de minimizar el impacto de las fake news, aquellos interesados en que esto siga funcionando irán paulatinamente migrando hacia otros escenarios menos controlados.

¿Cuál es el problema entonces? Que per sé, la mensajería instantánea entraña un handicap extra. Al estar cifrada de punto a punto los desarrolladores no pueden saber qué contenido se comparte, y por tanto, ofrecer una suerte de moderación de contenido que minimice el impacto de dichas campañas.

En un entorno más abierto, como es el de las redes sociales, la compañía tiene la potestad de analizar la evolución de uno u otro contenido, generando tipologías de enlaces y penalizando a aquellos que considere potencialmente peligrosos.

En los servicios de mensajería instantánea la compañía solo tiene acceso a los metadatos de comunicación, y eso, en el caso de enlaces, da una información básica (se trata de un contenido enlazado compartido por tantas personas en este intervalo de tiempo). Lo que está haciendo WhatsApp es delegar esa responsabilidad de control en la propia comunidad de usuarios, ofreciéndoles alertas basadas en la contextualidad (ES/ojo, que este contenido se ha recompartido mucho últimamente) y ofreciendo a los mismos la posibilidad de considerarlo inadecuado.

Pero hay poco más que se pueda hacer. Además de ser insuficiente, habida cuenta de que son precisamente esa mayoría de usuarios impactados los que tienen menos interés en que dicho contenido deje de compartirse (lo normal es que quien te envíe el contenido sea alguien conocido con unos ideales parecidos a los tuyos, y sin la presión social de estar mostrando información que quizás reme en contra de los ideales de la mayoría o el status quo de lo éticamente correcto).

La dark social web (ES) esa de la que hablamos ya en su día, que tan pronto ofrece un canal de comunicación profundamente interesante para dar voz a aquellos colectivos en riesgo de exclusión social, como es utilizada por otros colectivos para expandir un discurso que resulta cancerígeno para el resto de la sociedad.

¿Qué alternativas hay? La única realmente efectiva pasa por la formación de la sociedad. Por generar campañas comunicativas en medios masivos que se inste a validar los datos que recogen aquellas noticias que nos llegan. Y que en las escuelas, institutos, universidades, en las oficinas de las compañías, en la administración pública, y en líneas generales, en todo lo que tenga que ver con formación, se enseñe ante todo a labrarse un sentido crítico (ES).

Algo que sin lugar a dudas es lento y complicado de conseguir. Tanto como necesario, de hecho.

Fuente