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Derechos equivalentes análogos (09/21): Cuando el gobierno sabe qué noticias lees, en qué orden y por cuánto tiempo

por Rick Falkvinge traducción David Ormeño

Nuestros padres analógicos tenían la capacidad de leer noticias anónimamente, como quisieran, donde quisieran y cuando quisieran. Para nuestros hijos digitales, un agente del gobierno también podría estar mirando por encima de su hombro: el gobierno sabe qué fuentes de noticias leen, qué artículos, durante cuánto tiempo y en qué orden.

Para nuestros padres analógicos, la lectura de las noticias era un asunto del que el gobierno no formaba parte, o de hecho no tenía nada que hacer. Nuestros padres analógicos compraron un periódico matutino con algunas monedas en la esquina de la calle, lo llevaron a algún lugar tranquilo donde tuvieran unos minutos libres, y comenzaron a leer sin que nadie interfiriera.

Cuando nuestros niños digitales leen las noticias, el gobierno no sólo sabe qué fuente de noticias eligen leer, sino también qué artículos específicos leen de esa fuente de noticias, en qué orden y durante cuánto tiempo. También lo hacen varios actores comerciales. Hay por lo menos tres problemas graves con esto.

La primera es que como el gobierno tiene estos datos, intentará usarlos. Más concretamente, intentará utilizar los datos contra la persona en cuestión, posiblemente en algún tipo de sistema previo a la comisión del delito. Sabemos esto porque todos los datos recolectados por un gobierno serán eventualmente usados en contra de las personas involucradas, con certeza matemática.

En una economía de la atención, los datos sobre a qué prestamos atención, cuánto y por cuánto tiempo, son comportamientos predictivos absolutamente cruciales. Y en manos de un gobierno que comete el error crucial de usarlo para predecir el crimen, los resultados pueden ser desastrosos para el individuo y sencillamente erróneos para el gobierno.

Por supuesto, el instante en que el gobierno utiliza estos datos de cualquier manera imaginable, positiva o negativa, se convertirá en Métricas de Heisenberg– el acto de utilizar los datos dará forma a los datos en sí. Por ejemplo, si alguien en el gobierno decide que leer sobre la frugalidad probablemente es un indicador de pobreza, y por lo tanto hace que la gente sea más elegible para los bonos del gobierno, entonces tal política inmediatamente moldeará el comportamiento de la gente para leer más sobre la frugalidad. Las métricas de Heisenberg aparecen cuando una métrica no puede ser medida sin hacerla inválida en el proceso.

(El fenómeno lleva el nombre del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que tradicionalmente se confunde con el Efecto del Observador, que establece que no se pueden medir algunas cosas sin cambiarlas en el proceso. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg es en realidad algo completamente distinto; establece que no se puede medir el momento preciso y la posición de una partícula subatómica al mismo tiempo, y no se aplica en absoluto a las métricas de Heisenberg.

La segunda cuestión es que no sólo el gobierno, sino también otros actores comerciales, tratarán de actuar sobre estas métricas, las métricas de Heisenberg como pueden ser. ¿Quizás alguien piensa que leer fanzines sobre acrobacias de motocicleta debería tener un efecto en sus primas de seguro de salud y de tráfico?

La tercera es sutil y retorcido, pero mucho más grave: el gobierno no sólo sabe qué artículos lees y en qué orden, sino que, como corolario, sabe cuál fue el último artículo que leíste, y qué hiciste justo después de leerlo. En otras palabras, sabe con mucha precisión qué información le lleva a dejar de leer y, en su lugar, a emprender una acción específica. Esta información es mucho más peligrosa que estar al tanto de sus preferencias y patrones de alimentación de información general.

Ser capaz de predecir las acciones de alguien con un alto grado de certeza es una habilidad mucho más peligrosa que ser vagamente consciente de las preferencias de entretenimiento de alguien.

Nuestros padres analógicos tenían el derecho de privacidad de elegir su fuente de información anónimamente sin que nadie les permitiera (o pudiera) decir qué artículos leían, en qué orden o por qué razón. No es irrazonable que nuestros hijos digitales tengan el mismo derecho a la privacidad, el equivalente análogo al derecho a la privacidad.

La privacidad sigue siendo su responsabilidad.