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Finlandia, las noticias falsas y la educación

Finlandia es un país utilizado en numerosas ocasiones como paradigma de un elevado nivel educativo. Consistentemente evaluado entre los mejores sistemas educativos occidentales de los evaluados por el informe PISA, sus escuelas, sus profesores y sus metodologías son consideradas un orgullo nacional.

Pero más allá del reconocimiento a un trabajo indudablemente bien hecho a lo largo de muchos años, es importante, como ya he comentado en numerosas ocasiones, adaptar la educación al contexto actual y a los problemas de la sociedad. Y en ese sentido, uno de los mayores problemas a los que nos enfrentamos en todo el mundo es el paso de una educación basada en la escasez de información, que planteaba la memorización como forma de acceder a unas fuentes a menudo poco disponibles, a una información prácticamente ubicua, en la que todo se encuentra rápidamente al alcance de unos pocos clics. Educar en sentido crítico se convierte en un reto fundamental a la hora de intentar que las personas, a todos los niveles, sean capaces de identificar una de las epidemias de nuestro tiempo, las llamadas fake news o noticias falsas, que en numerosas ocasiones pueden ser, además, instrumentalizadas por intereses diversos para generar escenarios políticos o estados de opinión favorables o desfavorables a determinados intereses.

Un interesante artículo en CNN, «Finland is winning the war on fake news. What it’s learned may be crucial to Western democracy«, describe cómo el gobierno finlandés, plenamente consciente del tema, lleva desde el año 2014, antes de que el tema saltase a los titulares de noticias, invirtiendo importantes recursos humanos y materiales en una iniciativa que comprende desde cursos para adultos o formación avanzada de funcionarios públicos, hasta una integración profunda del desarrollo de pensamiento crítico en todos los niveles de la educación, y no como un contenido específico, sino de manera completamente horizontal a lo largo de todas las asignaturas. El país cuenta con un Chief Communications Specialist, Jussi Toivanen, que forma parte del gabinete del Primer Ministro, y que participa de manera habitual en conferencias y clases de divulgación sobre el tema a todos los niveles.

Entender los mecanismos de la viralidad, las prácticas utilizadas por los creadores de noticias falsas, las técnicas utilizadas para verificar y contrastar noticias y fuentes, etc. son la forma de generar y difundir conocimiento en la sociedad para conseguir que sea más difícil de manipular, algo fundamental en un país que, además, limita al Este con Rusia, el país habitualmente sospechoso de protagonizar campañas de desinformación en todo el mundo. Los resultados de la iniciativa finlandesa son evidentes: el país encabeza el ranking de Media Literacy Index publicado por el Open Society Institute en 2018 que establece el nivel de resiliencia de la población al fenómeno de la post-verdad, y se considera un claro ejemplo en cómo lidiar con este tipo de fenómenos.

Trabajar a todos los niveles, poner el foco en el desarrollo horizontal de pensamiento crítico, y desarrollar investigación e información permanentemente actualizada que se incorpora de forma continua a los temarios. Nada que no hayamos comentado anteriormente, y que he plasmado incluso en capítulos de libros. En lugar de confiar en el desarrollo de la tecnología para supuestamente protegernos, desarrollar los factores que, como seres humanos, podemos adiestrar y entrenar mediante la educación para aprender a identificar y reconocer ciertos patrones, y ser capaces de defendernos de ellos. Una receta aparentemente simple, pero que muy pocos países están poniendo en práctica, y que mejora claramente la aproximación francesa al tema, basada en la eliminación de herramientas como el smartphone y en unas pocas sesiones aisladas como contenidos verticales dedicadas al tema. Las consecuencias de las diferencias en la aproximación son evidentes: en el citado estudio de Open Society Institute que Finlandia lidera, Francia tan solo ocupa el puesto 16 entre 35 países europeos.

El ejemplo finlandés debería llevar a que otros países se planteasen cómo modificar su educación para hacer frente a la que, sin duda, resulta una de las amenazas más peligrosas para el futuro de la democracia actual. Quien tenga ojos y oídos, que lea y escuche.

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