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Para que la renta básica sea un éxito, siga el ejemplo de Canadá

El Gobierno ha lanzado un proyecto piloto de renta básica universal en una de sus ciudades. Desde que empezó, sus habitantes viven mejor y tienen más esperanza de alcanzar una vida digna. Podría ser la solución ideal a la automatización de empleos a manos de la IA, pero también tiene sus desventajas

Productos frescos

En la hora y media que pasé tomando café con Dana Bowman, de 56 años, esta mujer canadiense dio las gracias, por lo menos 10 veces, por unos productos frescos que había recibido. Era una fría mañana de primavera en Lindsay, Ontario (Canadá). Durante años, Bowman habría sobrevivido a base de ayudas por discapacidad. Para ahorrar un poco, optaba por verduras congeladas, visitaba un banco de alimentos y compraba artículos incluso caducados porque estaban rebajados.

Pero a partir del pasado diciembre, Bowman pudo empezar a comprar frutas y verduras frescas. Afirma que ahora se siente más libre y segura para “hacer lo que hacen las abuelas” por sus nietos, como invitar a los cuatro a su casa a comer pavo por Pascua. También es capaz de pagarse el transporte, lo que le permitiría empezar a recibir clases de trabajo social en una ciudad cercana. Se siente más feliz y más saludable y, según dice, les pasa lo mismo a muchos de sus vecinos de su edificio de apartamentos subsidiados en la ciudad. La mujer cuenta: “Veo gente sonriendo y son más amigables, dicen ‘hola’ más a menudo”.

Foto: Dana Bowman en su casa.

El dueño de la tienda A Buy & Sell Shop, Jim Garbutt, también percibe un estado de ánimo más alegre cuando las personas visitan el establecimiento que él y su esposa administran en la calle principal de Lindsay. Las ventas de la mayoría de sus productos han aumentado: muebles usados, artículos de cocina y novedades. Y afirma que la gente ahora parece tener más esperanza. “Los ánimos están muy altos”, señala.

¿Qué ha pasado? Lindsay, un pequeño rectángulo en medio de los lagos al noreste de Toronto (Canadá), se encuentra en el corazón de uno de los proyectos más grandes del mundo para probar una renta básica universal. En un programa piloto de tres años financiado por el Gobierno provincial, unas 4.000 personas reciben ingresos mensuales para alejarlos un 75 % de la línea de pobreza, como mínimo. Eso se traduce en un ingreso anual superior a 11.000 unos euros para solteros y unos 15.000 euros para parejas casadas. Cerca de la mitad de los habitantes de Lindsay se han apuntado al proyecto piloto, alrededor del 10 % de la población del pueblo.

Centro de la ciudad de Lindsay, Ontario.

Foto: Centro de la ciudad de Lindsay, Ontario.

El proyecto costará unos 32 millones de euros cada año. Así que para implantarlo en todo el país, la cifra ascendería a 28.000 millones de euros anuales. Pero el exsenador conservador que diseñó la prueba, Hugh Segal, cree que este desembolso podría ahorrar dinero al Gobierno a largo plazo. La renta básica debería optimizar el sistema de beneficios, eliminar las reglas que desalientan a las personas a trabajar y reducir la delincuencia, mejorar la salud de las personas y evitar otros problemas asociados de la pobreza. Estas mejoras ya se vieron en otra prueba piloto de renta básica universal que Canadá llegó a cabo en la década de 1970 en Manitoba.

Hay mucha gente pendiente del proyecto. La renta básica universal se ha convertido en la respuesta favorita de Silicon Valley (EE. UU.) a la pregunta de cómo la sociedad debería lidiar con la automatización masiva de los empleos a manos de la inteligencia artificial (IA). Los inversores tecnológicos como el cofundador de Facebook Chris Hughes y el presidente de la incubadora de start-up Y Combinator, Sam Altman, están financiando proyectos piloto de renta básica universal para ver qué hace la gente cuando recibe dinero sin condiciones.

El Proyecto de Seguridad Económica de Hughes ofrece unos 433 euros mensuales a 100 habitantes de Stockton, California (EE. UU.) durante 18 meses. Por su parte, Y Combinator realizó una prueba a pequeña escala en Oakland (EE. UU.) el año pasado. Y a partir de 2019 destinará unos 867 euros mensuales a 1.000 personas durante un período de tres a cinco años, en lugares que aún no se han determinado.

El apoyo a la renta básica universal sigue creciendo a medida que la IA y la robótica van penetrando en la fuerza laboral. Los legisladores en Hawái están empezando a estudiar las posibilidades de incluirla en su estado. El legislador demócrata que lideró el esfuerzo, Chris Lee, teme que los vehículos autónomos y la venta automatizada al por menor puedan ser el principio del fin de una gran cantidad de mano de obra humana. Y eso sería un gran problema para Hawái, cuya economía se centra en el sector servicios. Si las máquinas pueden gestionar el turismo y la hostelería, Lee cree que “no hay una industria alternativa para crear empleos”.

Pero el objetivo de la renta básica universal no es el mismo en Ontario y Silicon Valley. Los canadienses lo están probando como un mecanismo eficiente contra la pobreza para dar a un segmento relativamente pequeño de la población más flexibilidad para encontrar trabajo y fortalecer otros hilos de la red de seguridad. Por su parte, la meta de Silicon Valley es distinta.

Los líderes tecnológicos quieren usarla para apaciguar a distintos sectores de la población. de la población. ¿Cuál es el problema más obvio de esa idea? Las matemáticas. Hace mucho tiempo, varios economistas concluyeron que implementar la renta básica universal es demasiado caro, especialmente si se compara con el coste de los programas para crear nuevos puestos de trabajo y formar a la gente para ellos. Es por eso que la idea no despegó después de las pruebas que se realizaron en las décadas de 1960 y 1970. En gran parte, esa es la razón por la que Finlandia abandonó hace poco un plan de renta básica universal después de una pequeña prueba.

Pero si hay un lugar capaz de demostrar las ventajas e inconvenientes de la renta básica universal, ese es Lindsay. La ciudad es bastante próspera, con ingresos medios por familia de unos 47.000 euros anuales y un distrito histórico en el centro de la ciudad donde se están construyendo nuevos condominios y una cervecería artesana. Pero ese bienestar generalizado esconce las dificultades que muchas personas tienen para salir adelante allí. La industria de la fabricación de los alrededores, conocida como Kawartha Lakes, ha disminuido desde la década de 1980. Muchas personas hacen malabares con varios trabajos, incluido el trabajo estacional vinculado al turismo en verano y otoño. La tecnología también es parte de esta historia: los robots ahora ordeñan vacas en Lindsey.

Equilibrar la sociedad

El Museo Olde Gaol, que antes era una cárcel, ahora hace de escaparate para mostrar elementos de la historia de Lindsay. A través de sus cristales pueden contemplarse los uniformes que las enfermeras de la ciudad usaban en Francia durante la Primera Guerra Mundial; herramientas y mapas utilizados por los trabajadores ferroviarios cuando la ciudad albergaba ocho líneas; y pinturas del siglo XIX de un artista local que representaba los intemporales pasatiempos regionales de canotaje y pesca. Cuando el curador asistente Ian McKechnie me ofreció una visita, se detuvo y tocó una preciosa melodía en un órgano bombeado a pie llamado armonio que se fabricó en Ontario hace más de 100 años.

McKechnie, de 27 años, lleva siete años trabajando el museo. A diferencia de su trabajo anterior, en una fábrica de queso de cabra, este le permite ser creativo y conectarse con muchas personas en la comunidad. No solo hace visitas guiadas: investiga y organiza exhibiciones y escribe materiales de apoyo. Pero el día que nos encontramos, el museo no le pagó por estar en el trabajo, y ahí radica la historia de por qué él y la supervisora ​​de operaciones de Olde Gaol, Lisa Hart, se inscribieron en el proyecto para obtener una renta básica.

El Museo Olde Gaol sigue funcionando gracias a la ayuda que recibe su personal del proyecto de ingresos básicos.

Foto El Museo Olde Gaol sigue funcionando gracias a la ayuda del proyecto de una renta básica que recibe su personal.

El museo obtiene casi todos sus ingresos de subvenciones, y una acaba de expirar. El gerente del museo se fue hace poco, así que McKechnie y Hart tienen que seguir trabajando hasta que llegue otra ayuda. Pero cuando lo haga, sus empleos seguirán sin estar bien remunerados. Con suerte, McKechnie recibirá unos 17.000 euros anuales. Ambos podrían encontrar puestos mejor pagados, pero prefieren seguir en el trabajo que tanto aman en el museo. Dejarlo ahora podría acabar con su sueño de un futuro más sostenible, que podría incluir un nuevo centro cultural que conectaría el museo con una galería de arte local.

Gracias a la renta básica universal, ambos pueden permitirse quedarse en el museo. Mientras tanto, Hart ha decidido comprarse por fin unas gafas nuevas. La renta básica le “permite dedicar tiempo a una labor muy valiosa. Es muy triste alejarse de algo en lo que es valorado y hacer algo significativo para la comunidad porque simplemente no puede pagarle mucho”, explica.

Esto resalta un aspecto intrigante de la renta básica: a cada persona le afecta de una manera.  Para Hart, es un combustible para el desarrollo cultural. Para Dana Bowman, quien ahora puede tomar clases de trabajo social y hacer de voluntaria en un jardín comunitario, es un subsidio alimenticio, una subvención educativa y un fondo para mejorar el vecindario, todo en uno. Para una pareja casada con un restaurante de alimentación saludable que apenas cubre sus costes, es una ayuda para las pequeñas empresas. Un hombre que se lastimó la espalda al trabajar en un depósito me dijo que esperaba que su jefe pudiera aumentar su ayuda por discapacidad. Un estudiante que estaba a punto de graduarse en una escuela técnica y tenía un trabajo relacionado con sus estudios dijo que planeaba usar el ingreso extra para pagar los préstamos escolares y comenzar a ahorrar para comprarse una casa.

Para McKechnie, la renta básica es algo más amplio: un ecualizador social, un reconocimiento de que las personas que ganan poco o nada a menudo hacen cosas socialmente valiosas. El empresario explica: “Le da a uno la seguridad de que el trabajo que está haciendo no es en vano, a pesar de que no está trabajando en un banco o haciendo otras cosas que se consideran parte de una carrera”.

Red de seguridad

Incluso si la renta básica universal se convierte en un programa gubernamental flexible y eficiente, no está claro que sea la mejor forma de combatir el desempleo tecnológico. Una y otra vez, la gente de Lindsay me repitió que la medida no va a reducir la demanda de trabajos de las personas.

A nivel práctico, la renta básica de Ontario no es lo suficientemente alta como para que la gente no necesite trabajar o recibir ayuda de familiares. Y aunque el Gobierno pudiera aumentar la cuantía, la filosofía de la iniciativa sería la misma. Los partidarios de la renta básica universal quieren usarla para mejorar la capacidad de las personas para cuidar de sí mismas y sus familias. Quieren una forma humana y digna de ayudar a quien simplemente no puede trabajar. Pero también afirman que la mayoría de la gente generalmente quiere y espera trabajar. “Se supone que no es una ayuda para las personas desplazadas por la tecnología”, expresa el director de una consulta médica en Kawartha Lakes, Mike Perry, una de los defensores de la renta básica universal.

Un ingreso básico le permitió a Bowman agregar vegetales frescos a su dieta.

Foto: La renta básica le permitió a Bowman incluir verduras frescas en su dieta.

Aunque dar dinero a la gente con menos recursos es una ayuda, todavía deja preguntas sin respuesta urgentes y difíciles sobre el impacto de la automatización y la globalización. ¿Qué se necesita para garantizar que regiones enteras no queden rezagadas económicamente? ¿Qué se puede hacer para aumentar que siempre haya buenos empleos? La renta básica universal “es solo el comienzo”, señala el exvicepresidente de la Red de Renta Básica de Ontario Roderick Benns, y explica: “No se trata solo de ‘escribir un cheque y continuar con la construcción de la corporatocracia’.  Tenemos que preguntarnos qué más podemos hacer como sociedad para que la gente reimagine lo que puede hacer con sus vidas”.

Benns, autor de varios libros, creció en Lindsay. Hasta hace poco, él y su esposa, Joli Scheidler-Benns, vivían a tres horas de distancia, pero el proyecto piloto es tan importante para ellos que se mudaron para que él lo pueda recoger en nueva publicación, Lindsay Advocate, y ella pueda investigarlo para su doctorado en la Universidad de York (Canadá). Después de que Benns describiera su visión de cómo la renta básica debería aumentar la capacitación laboral y otros programas sociales, Scheidler-Benns, que nació en EE. UU., inclinó la cabeza y dijo: “No sé cómo podría funcionar en EE. UU.”.

Las visitas a los jardines de la comunidad se han convertido en parte de la rutina de Bowman.

Foto: Las visitas a los jardines de la comunidad se han convertido en parte de la rutina de Bowman.

El complejo de apartamentos donde Bowman vive.

Foto: El complejo de apartamentos donde Bowman vive.

Después de todo, Canadá ya hace muchas otras cosas para fortalecer su red de seguridad y reducir la desigualdad. Por un lado, tiene sanidad universal. Los fondos escolares en Ontario se asignan principalmente a nivel provincial en lugar de depender en gran medida de los impuestos a la propiedad local, como ocurre en EE. UU. Además, Canadá suele reinvertir el 1 % de su PIB en programas de desarrollo de la fuerza de trabajo, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Eso es aproximadamente la mitad de que se invierte en otros países avanzados. En el caso de EE. UU., esta cifra es solo del 0,3 %.

Financiar una mentalidad diferente

El presidente electo de Fleming College, Tony Tilly, está especializado en dar formación a los habitantes de Kawartha Lakes. Sus cursos se dirigen tanto a empleos de oficina como trabajos más técnicos. Alrededor de la mitad de los estudiantes no vienen directamente del instituto sino que ya han pasado años trabajando y se apuntan para aprender una nueva habilidad.

Tilly apoya la renta básica porque cree que podría ayudar a las personas a salir de la pobreza que persigue a sus familias desde hace generaciones. Pero incluso si el programa continúa más allá del período de prueba de tres años, el desafío esencial de Fleming permanecería: cómo preparar a los estudiantes para un mundo en el que cada vez se automatizan más tareas.

De momento, Fleming les preparando para que trabajen en los bastiones tradicionales de la economía regional: empleos vinculados al medio ambiente y los recursos naturales, el desarrollo de infraestructuras, la minería, la construcción y el Gobierno. Pero la escuela está tratando de inculcarles una mentalidad diferente. Ahora hacen más hincapié en las llamadas habilidades blandas: trabajo en equipo, resolución de problemas e interacción personal. Sobre todo, “no solo deben saber cómo hacer un trabajo en particular sino cómo contribuir en general al éxito de una organización, ya sea un fabricante o un proveedor de servicios sociales”, explica Tilly.

Si el plan de renta básica universal funciona según lo previsto, el número de alumnos de Fleming podría crecer aún más. Dana Bowman podría ser una de ellas. Han pasado años desde la última vez que tuvo un trabajo remunerado como recepcionista. Su discapacidad se debe a varias dolencias, como el cáncer de piel y la artritis. Pero está dispuesta a trabajar a tiempo parcial. En 2015, dos años antes del proyecto de renta básica, Bowman le preguntó a un asistente social si podía obtener ayuda para pagar el transporte a un campus de Fleming que ofrece clases de trabajo social. El funcionario dijo que eso provocaría recortes en otros beneficios en los que Bowman confiaba. Bowman dice que el mensaje que recibió fue: “No puede ser empleada. No vale la pena invertir en usted”.

Por el contrario, el proyecto de renta básica universal garantiza un ingreso mínimo para ella sin tener que microgestionar en qué lo gasta. Por cada euro que gane por encima del mínimo, el pago que reciben de la provincia solo se reducirá en 50 céntimos.

Para Bowman, el mero hecho de imaginarse trabajando ya ha sido algo bueno. Y afirma: “No me siento ‘menos que’, me siento ‘igual a’. No me siento culpable caminando por la calle, pensando: ‘Hoy no hice lo suficiente’. La gente quiere hacer algo. La gente no está dispuesta a no hacer nada“.