Artículos

Un Penique Por Tus Pensamientos

por Carlos Castillo para Manzana Mecánica

Cuento por Tallama, ganadora del concurso sobre el Futuro del Copyright con su cuento “A Penny for Your Thoughts“, basado en un ensayo de la misma autora.


Timothy recibió el implante a los siete años, y sus papás sintieron envidia.
“Cuando yo tenía tu edad, tuve que aprender a leer memorizando el sonido de cada letra”, le dijo su papá.
“¿Y recuerdas cómo era hacer cálculos matemáticos con una calculadora?” dijo su mamá, sacudiendo la cabeza. “Tienes mucha suerte, Timothy”.

Pero todo lo que Timothy podía pensar era que el implante de su amigo Jamie tenía el doble de memoria activa y una unidad de almacenamiento molecular masiva. No le dijo a sus papás que se sentía obsoleto, aunque, ahora que había sido conectado, comprendió por qué sus papás no podían permitirse muchas cosas buenas en el mundo real.
Timothy sonrió y se frotó la parte frontal del cráneo, donde podía sentir un pequeño punto afeitado, justo por encima de la corteza frontal. “No puedo esperar para jugar realmente online”.
“Recuerdo la primera vez que entré online …” comenzó a decir su mamá. Pero Timothy estaba demasiado ansioso como para esperar a escuchar el resto de la historia.
“Voy a probarlo”, dijo.
“Está bien. Pero ten cuidado”.
Timothy asintió vigorosamente. Se sentó en el sofá y cerró los ojos. Al conectarse a la Internet, sintió que su mamá vino y deslizó sus dedos por su pelo, sintiendo la aspereza de la piel nueva.
“Está creciendo tan rápido”.

Timothy eligió uno de sus mundos favoritos, un mundo de fantasía con enormes islas que flotan sobre un mar de nubes. El punto de aparición fue en al borde de un acantilado de piedra arenisca. El viento frío se apoderó de su piel; abrió la boca y lo probó con su lengua.
Se dejó caer por el precipicio y emprendió el vuelo. Su pelo se movió al viento sobre sus ojos, y dio un grito de alegría.
…Pero un momento. Faltaba algo. Se transformó en un tigre alado. Así está mejor.

* * *

Más tarde ese mismo día voló por debajo de la capa de niebla y aterrizó en un jardín de flores extrañas. Un hada joven estaba sentada en los pétalos de una delicada flor azul, rozando su nariz con un estambre cubierto de polen.
“Cool tu avatar”, dijo.
“Gracias”, respondió Timothy. “El tuyo es muy bonito”.
“Conozcámosnos”.
Intercambiaron un archivo de recuerdos introductorio. Helen era de su misma edad, pero vivía en Australia.
“Wow, tu mamá hornea galletas muy buenas. Podría repetir este recuerdo todos los días “, dijo Helen.
“Oh, sí. Es mi favorito”.
“Gracias por compartirlo”, dijo Helen. E inclinando su cabeza hacia él: “Hey, yo sé dónde podemos conseguir más recetas buenas. ¿Quieres ver?”
“Por supuesto”.
Timothy la siguió a través de internet. Helen obviamente tenía un implante más rápido, y a menudo tuvo que reducir la velocidad y esperarlo. Daba la impresión de que ella estaba tomando una ruta muy indirecta, y que pasaba a través de muchos sitios de aspecto extraño que Timothy nunca había visto antes. Al pasar a través de cada uno, era como ponerse una capa de ropa, hasta que sintió que estaba totalmente envuelto de pies a cabeza.
En menos de un microsegundo llegaron. No había representación visual del sitio a excepción de un viejo barco de madera con velas negras cruzando un mar azul profundo; el resto eran puros archivos de pensamiento. Había un montón de anuncios.
“Aquí estamos”, dijo Helen con orgullo.
Timothy se conectó con una herramienta de búsqueda y la utilizó para buscar recuerdos de recetas de galletas. 1.972.763.408 resultados encontrados. Descargó todos a su implante en grupos de 30.000 — le tomó casi tres segundos pasar por todos ellos. Cuando terminó, dio un delicioso suspiro.
“Eso fue genial”.
Helen sonrió. “¿Te gusta leer?”
“¡Sí!”
Disparó otra consulta y casi un billón de resultados apareció: “Cuarenta Datos curiosos sobre el Sistema Solar”, “La Nueva Biblia China”, “Matrices, 3ª edición,”. “Una biografía de John Locke”, “Romance en la Pradera”, y muchos, muchos más. Los descargó todos y abrió el primer libro de la primera página. Y ahí lo vio. “Todos los derechos reservados”.
Timothy se puso rígido. “Uh oh”.
“¿Qué pasa?”
“Helen … ¿Estos archivos tienen derechos de autor?”
“Bueno, sí … pero nadie sabrá que accedimos a ellos”, dijo. “Por eso me fui a través de todas las máscaras, para que nadie supiera quiénes éramos”.
Timothy eliminó rápidamente los libros. “¡No podemos simplemente leer libros como este! Es piratería.”
“Nadie nos va a pillar”.
“Mis papás se enojarán conmigo”. Le envió una copia de su ansiedad.
“Bueno, mi papá dice que los derechos de autor son una estupidez”, dijo Helen, devolviendo una emoción que era compasiva pero vagamente despectiva. “Él dice que cualquier persona que no es pirata es un tonto.”
Timothy frunció el ceño. “Mi papá dice que la piratería es un robo”.
“Mi papá y yo tenemos billones de libros y pensamientos, así que sabemos de esto más que tú”, dijo Helen.
“No, no sabes”, protestó Timothy. “Sabemos un montón.”
“Está bien, entonces, ¿cuántos libros ha leído tu papá?”
“Toneladas”, dijo Timothy. “De hecho, mi tío trabaja para la Asociación de la Industria del Pensamiento de América y produce todos los pensamientos del mundo”. (Era un poco una exageración, pero quería impresionarla.)
Los ojos de Helen se agrandaron y sus alas translúcidas revolotearon. “¿La A.I.P.A.?”
Timothy asintió con orgullo.
“Me voy a casa”, dijo Helen. Y desapareció.
Timothy hizo un puchero mirando el lugar donde Helen estaba hace pocos momentos. Luego se quitó de encima las capas extra y se fue a casa también. No pudo decidirse a eliminar las galletas frescas y calientes.
“Deberías hacer ejercicio mientras estás en Internet”, dijo su mamá. “No es bueno sentarse en el sofá todo el día. Cuando vayas en línea de nuevo, usa la cinta para correr”.

* * *

La cinta empezó y Timothy comenzó a caminar a paso fácil de 3 km/h. Grabó el movimiento de sus piernas derecha e izquierda al dar un solo paso, y luego lanzó un bucle alrededor de la acción y la configuró para funcionar durante una hora. Cuando se convenció de que todo estaba funcionando sin problemas, entró a Internet.
Su papá estaba lo esperando en la sala virtual de la familia. Era mucho mejor que el salón real, tenía la pared de papel dorado y pinturas al óleo y una alfombra oriental con intrincados diseños. Las orquídeas en el jarrón ming en la mesita nunca se morían el pez payaso en el acuario de la esquina nunca necesitaban comida, y la alfombra nunca juntaba polvo. Todo era mucho mejor que en el mundo real.
“¿Has visto las noticias?” le preguntó su papá. “Cerraron un gran sitio pirata. Sucedió ayer por la noche”.
Su papá le envió la foto de un barco muy familiar, con velas negras. La boca de Timothy se le secó con el sabor de las galletas robadas. Rápidamente inició su programa de mantener la cara inocente.
“¿Ah, sí?”
“Ya era hora”, dijo su papá. “Los ladrones tenían casi toda la suma del conocimiento humano para que cualquiera lo pudiese descargar”.
“Eso está muy mal”, dijo Timothy.
“Algunas personas piensan que tienen el derecho de ser omniscientes, a expensas de los artistas y escritores”, le dijo su papá, sacudiendo la cabeza. “En mis tiempos a eso lo llamábamos robar”.
Timothy miró hacia la alfombra y trazó el diseño con su dedo. Entonces se dio cuenta de que estaba copiando, y se detuvo.
“Es una guerra contra la creatividad, éso es lo que es”, continuó su papá. “Podría haber pirateado toda esta casa gratis, pero le he pagado un precio justo al modelista que lo diseñó: 0.00031 monedas”.
Su mamá se materializó en su sillón favorito y su papá se giró hacia ella.
“¿Has oído? Derribaron el sitio #2 piratas en el mundo. Los cabecillas están recibiendo un día de encierro virtual por cada archivo que compartían. Van a estar en la cárcel hasta que el sol deje de quemar. Aunque no hace mucha diferencia”.
Se veía molesto. “Supongo que ya restauraron su copia de seguridad”.
“Recuerdo cuando los criminales que eran enviados a la cárcel se quedaban allí”.
Timothy no levantaba la vista de la alfombra. Miraba fijamente el patrón. “¿Papá?… ¿Qué va a pasar con las personas que descargaron material de ese sitio?” Sintió la tentación de buscar en Google la respuesta en lugar de preguntar a su papá, pero tenía miedo de que la policía viera su búsqueda y lo considerara sospechoso.
“¿Hmm? Oh, nada. Si la policía hiciese cumplir las leyes contra compartir pensamientos en un sentido estricto, tendrían que meter a todo el mundo en la cárcel”.
“¿Todo el mundo?” Preguntó Timothy, mirando hacia arriba.
Su papá cruzó las piernas y lo miró contemplativamente. “Timothy, cuando lees un libro, ¿compartes tus pensamientos acerca de ese libro con alguien?”
“Por supuesto”, dijo Timothy.
“Bueno, de acuerdo a la ley de derechos de autor, eso es robar. Pero nadie lo sabe”.
“¿Pero por qué? Yo no tomo nada”.
“Pero la persona que compartió la memoria del libro contigo, no tuvo que leerlo por sí mismo, por lo que el escritor no recibió ningún dinero”.
“Tú compartes tus recuerdos de libros conmigo”, protestó Timothy.
“Sólo si he comprado una copia adicional para tí”, dijo su papá.
“Oh. Supongo…”
Su papá se inclinó hacia delante. “Piénsalo de esta manera, Tim: imagina que tienes un sueño muy cool, y quieres venderlo en Amazon. Pero supongamos que compartes tu sueño con un amigo, y él se lo regala a todo el mundo en Internet de forma gratuita, sin que nadie tenga que pagar por él. Eso no sería muy agradable, ¿verdad?”
“No…”
“O supongamos que tienes una idea interesante, y un hacker irrumpe en tu mente y la roba. Entonces todo el mundo en el mundo sería capaz de pensar el pensamiento sin darte ni una micromoneda”.
Timothy asintió con la cabeza, con el corazón en un puño.
“El problema es que nadie se da cuenta de que están haciendo algo malo”, dijo su papá. “Ellos piensan que compartir es inocuo”.
“¿Y qué pasa si alguien ha subido un recuerdo del sabor de una comida?” Preguntó Timothy. “Como, por ejemplo, ¿dulces?”
“Según la ley, todos los pensamientos son propiedad tan pronto como se fijan en un medio tangible en un hipocampo o implante”, dijo su papá. “Así que sí, todos los recuerdos del sabor de la comida tienen derechos de autor. A menos, por supuesto, el creador original decida ponerlos en libertad en el dominio público “.
Un rayo de esperanza atravesó la penumbra. Timothy preguntó: “¿El dominio público?”
“Sí. Si una persona y todas sus copias, clones, etc. muere sin hacer copias de seguridad (poco probable, pero puede suceder) y deja de existir por completo, tanto en el mundo real como en el virtual. Cuando eso sucede, un temporizador comienza marcando todos los derechos de autor de esa persona. 70 años después de que cese completamente de existir en todas sus formas, sus palabras, pensamientos, música, recuerdos, películas, y sueños se convierten en dominio público. Esto significa que cualquier persona puede usarlos sin necesidad de pedir permiso primero”.
“¿Cómo puedo saber si algo es de dominio público?”
“Basta con mirar la fecha de publicación”, dijo su papá. “Todo lo creado antes de 1920 es de dominio público.”
“Pero no había pensamientos en ese entonces”, dijo Timothy.
“Claro que había”, dijo su papá. “Es que la gente no podía grabar y almacenar pensamientos como lo hacemos hoy. En aquellos días los músicos ni siquiera podían cobrar honorarios cuando la gente tenía canciones pegadas en su cabeza”.
Su mamá negó con la cabeza. “Qué época debe haber sido”.
“Ves, Timothy,” su papá continuó: “Si las personas no tienen un incentivo para pensar o soñar, no lo harían. Y entonces nadie tendría ningún nuevo pensamiento. Todo el mundo dejaría de pensar, porque no habría ningún dinero en ello”.
“Pero la gente tenía pensamientos en 1920 a pesar de que no había ningún derecho de autor”.
“Sí, tienes razón. Lo que quiero decir es que no había pensadores profesionales en esos días”.
“Sería malo si la gente dejara de pensar”, dijo Timothy.
“Exactamente. Pero intenta decirle eso a los piratas.”
Timothy hizo una pausa, y luego siguió continuó, “Papá…”
“¿Sí?”
Eligió sus siguientes palabras con cuidado. “¿Saben los piratas más que todos los demás, ya que leen tantos libros?”
Su papá le dio una mirada penetrante. “Por supuesto que no. No necesitas saberlo todo para ser inteligente. Sólo la policía necesita tener acceso a todo el conocimiento humano, y eso es sólo porque tienen que saber todo lo posible para protegernos. Si tienes acceso a Wikipedia, ya tienes más conocimiento que el que jamás necesitarás. Los piratas descargan porque creen que tienen derecho a tomar la propiedad de todo el mundo en forma gratuita, no porque quieran aprender. Eso es sólo una excusa.”
Timothy sintió un pequeño alivio, y ya no le preocupaba tanto la idea de ser un tonto. Se sentía demasiado como ser obsoleto.
Un policía se materializó en la habitación.
“Hola, soy el oficial Pettijohn”.
Timothy se quedó helado. ¡Venían por él! ¡Tendría que ir a la cárcel para siempre! ¡Por favor, Dios, te juro que no voy a robar pensamientos nunca más si me ayudas!
Su papá se puso de pie. “¿Qué podemos hacer por usted, señor?”
“Es una cuestión de derecho de autor”, dijo el policía. “Algunos pensamientos acerca de galletas fueron robados”.
Timothy quiso protestar, suplicar, correr, pero se sentía pegado a la alfombra y sus labios estaban sellados.
“¿Ah, sí?” Dijo su papá sombríamente.
“Parece que alguien publicó un pensamiento acerca de las galletas de su esposa en un sitio pirata.”
“¿Cuál? No en el sitio que acaba de ser cerrado, ¿o sí? ”
El policía asintió a regañadientes. “Tenían una copia de seguridad escondida en algún lugar.”
Su papá suspiró. “Siempre lo hacen, ¿no es así?”
“Bueno, yo sólo vine a decirle que hemos presentado un informe de propiedad robada a su nombre. Vamos a perseguir al que subió el pensamiento”.
“Gracias, aprecio todo su buen trabajo”, dijo su papá.
“Sólo hago mi trabajo.” El policía se fue.
Apresuradamente Timothy borró todos sus recuerdos de las galletas, de Helen, de las máscaras, y de los pensamiento compartidos.
“Parecía un buen hombre”, dijo su mamá.
“Eso me pareció a mí también”.
“Me pregunto cómo se apoderaron de mi receta. Ni siquiera creía que fuese valiosa”.
Timothy se aclaró la garganta. “Me gustan mucho los derechos de autor, papá. Yo nunca voy a pensar un pensamiento que no me pertenezca, nunca. Lo juro”.
“Ese es mi hijo”, dijo su papá. “La gente honesta siempre paga por el conocimiento. Sólo los ladrones piensan gratis”.


Todos los cuentos del concurso están disponibles como eBook (PDFEPUBMOBI).

Traducción propia. Foto por Jamison Judd (CC).