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La cara ya es algo más que el espejo del alma – Enrique Dans

Faces (SOURCE: Google Images search for "faces")

 

 

 

 

 

 

El pasado 7 de mayo hablamos de la biometría como dilema, apuntando algunas cuestiones que estaban teniendo lugar en Rusia al hilo de una aplicación, FindFace, que buscaba los rasgos de una persona dentro de la ubicua red social VK, muy popular y utilizada por una parte muy significativa de la población rusa.

Pues como ocurre en muchas ocasiones en todo lo relacionado con los procesos de adopción y disrupción tecnológica, los acontecimientos han tenido lugar a toda velocidad. Ha bastado la laxa regulación rusa sobre privacidad y el elevado nivel de uso de la red social VK en el país (más de 200 millones de usuarios), para que los creadores de FindFace, Artem Kukharenko y Alexander Kabakov, de 26 y 29 años respectivamente, se hayan encontrado con más de medio millón de usuarios registrados y por encima de tres millones de búsquedas, además de con un contrato en ciernes con el Ayuntamiento de Moscú para hacer correr la aplicación sobre las imágenes de las 150,000 cámaras repartidas por toda la ciudad. En Rusia, en menos de dos meses, el anonimato en público se ha convertido prácticamente en un concepto del pasado.

La aplicación es capaz de comparar una fotografía con una base de datos de mil millones de imágenes en menos de un segundo desde un simple ordenador personal, identificarla con un 70% de fiabilidad, y además extraer las diez más parecidas. Hay usos de todo tipo: desde quien toma una fotografía a alguien que ha conocido una noche o ha visto pasar por la calle, la localiza en VK y la contacta, hasta quien utiliza la base de datos para encontrar a personas parecidas al actor o actriz de sus sueños, pasando por supuesto por usos policiales. Simplemente introducir en la base de datos las caras de delincuentes asociados a casos abiertos pero que se consideraban inactivos desde hacía largo tiempo ha llevado a que, en muchos casos, los presuntos delincuentes hayan podido ser rápidamente localizados. Hay quien describe la aplicación como “un Shazam para personas“.

En realidad, FindFace es simplemente una forma de obtener datos para educar al algoritmo de reconocimiento facial y para demostrar las capacidades de la tecnología desarrollada por la compañía, N-Tech.Lab: el uso es gratuito para hasta treinta búsquedas al mes, pero más que para ganar dinero, se trata de una manera de evitar el colapso de los servidores. Uno de los fundadores, Artem Kukharenko, tiene más de diez años de experiencia en deep learning, y tras conocer a su cofundador, Alexander Kabakov, filósofo y encargado del desarrollo comercial, comenzaron a aplicarla al reconocimiento facial y fueron capaces de ganar un concurso especializado en la Universidad de Washington, MegaFace, en el que se enfrentaron a una base de datos de medio millón de caras de más de veinte mil usuarios, fueron capaces de obtener un 73% de identificaciones positivas, frente al 70% de la aplicación de Google, FaceNet. La clave, obviamente, está en la disponibilidad de datos con los que educar al algoritmo de reconocimiento, y la startup rusa ha visto para ello una auténtica mina en VK. La base de datos de la red social rusa, indudablemente, ha facilitado mucho las cosas a una compañía que decidió utilizarla ante las dificultades para acceder a la base de datos de Facebook. Pero en la práctica, y ante los progresos en gestión de datos no estructurados, es más que posible que no estar en una red social ni siquiera fuese, en muchos casos, una garantía de anonimato: la base de datos podría compilarse a partir de imágenes obtenidas en búsquedas abiertas en la web – haz la prueba para ver si la web devuelve, ante una búsqueda de imágenes con tu nombre, suficientes datos como para obtener unos parámetros de identificación… yo estoy perdido sin remisión! – o, como comentábamos anteriormente, a partir de cámaras de seguridad en lugares que precisan identificación, como fronteras, archivos policiales, etc.

En la práctica, la compañía busca desarrollar utilidades para mercados corporativos como el de la seguridad o el marketing: desde casinos que pretenden reconocer a personas a las que se les ha prohibido la entrada y puedan intentar acceder con documentación falsa, hasta autoridades de diversos niveles, o incluso compañías que pretendan enviar publicidad a personas que simplemente se han detenido en una tienda para ver un producto determinado. Un conjunto de usos que, a medida que se desarrollan, resultan más y más inquietantes, y sugieren, en el caso de gobiernos con escasas garantías democráticas, posibilidades como la vigilancia del activismo, la identificación de manifestantes, el seguimiento de colectivos LGBT o de cualquier otra actividad que se pretenda poner bajo control. En realidad, y dado que la aplicación cuenta con versiones móviles para Android y iOS, podríamos estar ya casi ante un hipotético futuro en el que los documentos de identidad dejan de ser necesarios, y tanto para hacer una transacción o como cuando nos para la policía, todo lo que tenemos que hacer es mirar la cámara de un dispositivo para ser identificados.

Según la filosofía de Kabakov, una persona hoy en día tiene que aceptar que va a vivir permanentemente rodeada de tecnología, que se dispone de datos en tiempo real de sus movimientos e intereses, y que eso es algo que no se puede detener de ninguna manera, lo que obliga a intentar mantener ese progreso tecnológico como un desarrollo lo más abierto y transparente posible. En el caso de Rusia, la combinación de su aplicación y el la ausencia de un marco legislativo suficientemente garantista en lo referente a privacidad ha llevado a un nivel de uso elevado, y a que este debate se haya adelantado al que posteriormente, sin duda, va a surgir en otros países. El escenario y las dinámicas que se generen a partir de ahí van a convertirse, sin duda, en todo un objeto de estudio de cara al futuro uso de estas tecnologías: una auténtica evocación real deMinority Report en la que, en todo momento, estamos siendo observados por cámaras capaces de identificarnos en tiempo real. La cara ya es mucho más que el espejo del alma: es nuestro permanente y difícilmente modificable documento de identidad. Con todo lo que ello conlleva de bueno, de malo… o de inevitable.