IA

Los ‘inventores’ artificiales están llevando la ley de patentes a sus límites

por Toby Walsh y Alejandra Jorge

Fue la auténtica búsqueda de una aguja en un pajar. Con el aumento de las bacterias resistentes a los medicamentos, los investigadores del MIT examinaron una base de datos de más de 100 millones de moléculas para identificar algunas que pudieran tener propiedades antibacterianas.

Afortunadamente, la búsqueda resultó exitosa. Pero no fue un humano quien encontró las moléculas prometedoras. Era un programa de aprendizaje automático.

Se ha patentado un compuesto con el nombre Halicin en homenaje a HAL, la inteligencia artificial (IA) del clásico 2001: A Space Odyssey de Arthur C Clarke. La halicina funciona de manera diferente a los antibióticos existentes, interrumpiendo la capacidad de las bacterias para acceder a la energía, y los investigadores esperan que las bacterias puedan tener dificultades para desarrollar resistencia.

La halicina podría ser el primer antibiótico descubierto usando IA, pero los programas de IA han jugado un papel importante en otras invenciones patentadas, desde circuitos eléctricos, pasando por metamateriales y medicamentos, hasta productos de consumo como cepillos de dientes. Como argumentamos en un artículo reciente en Nature, la sociedad necesita urgentemente considerar el impacto de la IA en el sistema de innovación, particularmente en las leyes sobre propiedad intelectual y patentes.

Patentes de IA en los tribunales

¿Puede el software ser un “inventor”? Esta pregunta ha sido el foco de algunos casos judiciales recientes de alto perfil sobre un sistema de inteligencia artificial llamado DABUS (Dispositivo para el arranque autónomo de la sensibilidad unificada), creado por Stephen Thaler, presidente y director ejecutivo de la firma estadounidense de inteligencia artificial Imagination Engines.

Thaler afirma que DABUS es el inventor de un nuevo tipo de recipiente para alimentos con una superficie con un patrón especial, así como una luz que parpadea con un patrón especial de pulsos para llamar la atención en emergencias. Los inventos quizás no sean muy notables, pero los intentos de patentarlos ciertamente lo son.

El equipo legal internacional de Thaler, dirigido por Ryan Abbott de la Universidad de Surrey, ha presentado solicitudes a las oficinas de patentes de todo el mundo en las que se nombra a DABUS como el único inventor. Es probable que estos casos sean los primeros en probar si un sistema de IA puede ser reconocido como inventor bajo las leyes de propiedad intelectual existentes.

Por ahora, los inventores deben ser humanos.

Las oficinas de registro de patentes han rechazado las solicitudes de patentes DABUS en múltiples jurisdicciones, incluido el Reino Unido, Estados Unidos, la Oficina Europea de Patentes, Alemania, Corea del Sur, Taiwán, Nueva Zelanda y Australia. El único caso atípico es Sudáfrica, donde se ha concedido una patente pero aún no se ha realizado un examen sustantivo de la solicitud de patente.

En Australia, inicialmente se aceptó una impugnación contra el rechazo, pero se anuló en la apelación. Thaler ha solicitado un “permiso especial para apelar” el caso ante el Tribunal Superior de Australia, aunque queda por ver si se le otorgará.

En Alemania, el Tribunal Federal de Patentes anuló la denegación inicial de la patente y, en cambio, aceptó una posición de compromiso en la que figuraba como inventor “Stephen L. Thaler, PhD, que impulsó a la inteligencia artificial DABUS a crear la invención”.Mientras tanto, los casos de DABUS continúan lidiándose en otras jurisdicciones alrededor del mundo.

Al menos por ahora, parece que los tribunales han concluido en gran medida que, a los efectos de la patentabilidad, los inventores deben ser humanos. Sin embargo, los casos han arrojado una serie de preguntas importantes que debemos responder a medida que la IA asume cada vez más roles en nuestras vidas.

¿Puede una IA inventar?

Dado el poder cada vez mayor de la IA, no es un salto descabellado suponer que la IA asumirá un papel más importante en la creación de inventos.

No afirmamos que el software de diseño asistido por computadora (CAD) “inventa”. Pero dicho software carece de la creciente autonomía que la IA está comenzando a tener.

¿Puede una IA ser nombrada inventora?

Los sistemas de patentes actualmente se basan en un inventor (humano) que posee o asigna las recompensas provenientes de la patente.

¿Quién podría poseer las recompensas de una patente de IA? ¿El programador? ¿El propietario de la computadora en la que se ejecuta? ¿Y qué pasa con los propietarios de los datos sobre los que se podría entrenar la IA?

¿La IA cambiará la invención?

La IA podría acelerar el ritmo al que se realizan las invenciones, lo que podría abrumar al sistema de patentes. Esto podría ampliar la desigualdad entre los ricos que poseen sistemas de IA que pueden inventar y los pobres que no.

También podría cambiar el carácter de la invención. Según los principios de patentes bien establecidos, se produce una “actividad inventiva” cuando una invención se considera “no obvia” para un “experto en la materia”. Pero un sistema de IA podría tener más conocimientos y habilidades que cualquier persona en el planeta.

Un camino a seguir

En respuesta a este tipo de preguntas, argumentamos que el sistema de patentes debe ser reexaminado para garantizar que sigue siendo adecuado para su propósito y que continúa recompensando y fomentando la innovación de manera adecuada.

Sugerimos que la sociedad podría beneficiarse de un nuevo tipo de propiedad intelectual diseñado específicamente para hacer frente a las invenciones de IA (que llamamos “AI-IP”).

Los principios que sustentan la legislación de patentes tienen más de 500 años y han evolucionado para hacer frente a los nuevos cambios tecnológicos, desde la secuenciación genética hasta los organismos vivos creados por el hombre. Sin embargo, las nuevas pruebas presentadas por la inventiva de la IA pueden ser tan significativas que lleven esos principios de patentes al punto de ruptura.

La IA presenta un desafío decisivo que requiere que pensemos una vez más detenidamente sobre cómo recompensar y fomentar la innovación.

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