Sociedad Tecnología (general)

Los ordenadores gratis no bastan para cerrar la brecha digital infantil

En mayo de 2020, dos meses después de que la pandemia de coronavirus (COVID-19) clausurara escuelas y vida pública en todo el mundo, el CEO de Twitter, Jack Dorsey, anunció que iba a donar 10 millones de dólares (8,63 millones de euros) al Distrito Escolar Unificado en Oakland en California (EE. UU.) para comprar 25.000 Chromebooks. Tuiteó que su donación pretendía “dar acceso  a CADA niño de Oakland a un ordenador portátil e internet en su hogar”. La donación se produjo apenas un día después de que la alcaldesa, Libby Schaaf, anunciara la campaña #OaklandUndivided para recaudar 12,5 millones de dólares (10,8 millones de euros) para “cerrar para siempre la brecha digital” en la ciudad.

No cabe duda de que el distrito escolar de Oakland, así como una gran parte del mundo, necesitaba ayuda. A pesar de la proximidad de la ciudad con los centros de poder y riqueza de Silicon Valley (EE. UU.), el año en el que empezó la pandemia el 71,2 % de sus niños recibía almuerzos escolares gratuitos o a precio reducido. La mitad no tenía ordenadores ni conexiones a internet, requisitos indispensables para permitir el cambio repentino a las clases online.

Estos números reflejan las tendencias a nivel nacional. Los hogares de bajos ingresos tienen muchas menos probabilidades de tener banda ancha; más de una cuarta parte dispone únicamente de conexión a internet desde su teléfono inteligente, y muchos comparten un viejo ordenador. En agosto de 2020 una imagen de dos niñas sentadas en una acera sucia delante de un Taco Bell en Salinas, a 160 kilómetros de Oakland, usando la conexión pública a internet del restaurante para asistir a clases en sus ordenadores portátiles de la escuela, se volvió viral como un poderoso símbolo de lo difícil que había sido el cambio a la educación online para muchos alumnos y lo amplia que seguía siendo la brecha digital.

La cobertura de los medios de la donación de Dorsey ha sido tremendamente positiva. Sin embargo, a mí me recordó a una iniciativa de hace más de 15 años que hizo promesas similares para los niños más pobres. En la Cumbre Mundial sobre la Sociedad de la Información celebrada en Túnez en noviembre de 2005, el cofundador del MIT Media Lab, Nicholas Negroponte, presentó un modelo de ordenador portátil de color verde brillante con un contorno de goma negra. Una manivela amarilla, que iba a cargar la máquina, se extendía entre el teclado y la pantalla.

A pesar de su apariencia de juguete, Negroponte aseguró que el dispositivo sería un ordenador con todas las funciones, con software educativo de código abierto, y que costaría solo 100 dólares (86 euros). Afirmó que, a finales de 2007, cientos de millones estarían en manos de los niños de todo el mundo, y que en 2010, todos los niños del Sur Global tendrían uno, lo que no solo eliminaría la brecha digital en muchos países, sino que también les brindaría todo lo necesario para su educación. Durante la presentación, el entonces secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, dio una vuelta a la manivela y, en un momento simbólico y profético, accidentalmente la rompió .

Aun así, en los años siguientes las noticias sobre lo que llegó a conocerse como Un ordenador por niño (OLPC, por One Laptop per Child) evolucionó favorablemente en gran medida. Las empresas de tecnología donaron millones de dólares y miles de horas de trabajo para su desarrollo. A lo largo de 2006 y 2007, en docenas de lugares de alto nivel, Negroponte contaba historias no confirmadas de niños que usaban ordenadores portátiles para aprender inglés y enseñar a sus padres a leer, de aulas improvisadas con los portátiles debajo de los árboles y de pueblos donde las pantallas de estos dispositivos eran la única fuente de luz. (Negroponte no respondió a una solicitud de comentarios). En los fragmentos de una entrevista publicados en el canal de YouTube de OLPC en 2007 dijo: “No quiero dar demasiada importancia a OLPC, pero, si realmente tuviera que analizar cómo eliminar la pobreza, crear la paz y trabajar en el medio ambiente, no puedo pensar en una mejor manera de hacerlo”.

Tecnología “disruptiva”

A pesar de su prestigioso pedigrí y buenas intenciones, el proyecto OLPC tuvo muchos problemas para cumplir las promesas que Negroponte había hecho en su llamativo lanzamiento. Por un lado, la idea de cargar los ordenadores con una manivela resultó inviable, así que se tenían que enviar con adaptadores de corriente alterna estándar, refutando las afirmaciones de OLPC de que su dispositivo podría funcionar sin infraestructura eléctrica y “saltarse décadas de desarrollo“. Además, dos de las características más carismáticas del ordenador portátil, su red en malla pensada para permitir que las máquinas sirvieran como repetidores inalámbricos de internet, y su botón “ver fuente”, que mostraba el código fuente del programa que se ejecutaba en cada momento, funcionaban esporádicamente, y prácticamente nunca se utilizaban; la red en malla se eliminó en las versiones posteriores del software de este ordenador portátil.

Las ventas nunca alcanzaron el nivel que Negroponte había proyectado: en vez de cientos de millones de máquinas, One Laptop per Child apenas vendió tres millones de ordenadores portátiles en total, incluido un millón a Uruguay y otro a Perú. Casi todas estas ventas se realizaron en los primeros años del proyecto. La Fundación OLPC original se disolvió en 2014, aunque la Asociación OLPC con sede en Miami (EE. UU.) sigue gestionando la marca.

Además, el precio final de las máquinas fue superior a los 100 dólares (86 euros). El dispositivo más barato costaba alrededor de 200 dólares (172 euros), y no incluía los sustanciales costes de infraestructura, soporte, mantenimiento y reparación. Estos costes continuos al final sabotearon incluso los proyectos de OLPC que comenzaron con fuerza, como el de Paraguay. Con 10.000 portátiles, esta iniciativa no era la más grande, pero muchos de la comunidad OLPC la consideraron como una de las más exitosas, con un equipo de clase mundial, conexiones con dirigentes gubernamentales y medios de comunicación, y un enfoque flexible.

Paraguay Educa, la pequeña ONG que lo gestiona, invirtió fuertemente en infraestructura, instalando enchufes de pared, torres WiMax y repetidores wifi en las escuelas. Adoptando las mejores prácticas de otros programas individuales de ordenadores portátiles, contrataron a educadores para los docentes de cada escuela y un equipo de reparación a tiempo completo que cada semana iba de una escuela a otra. Cuando OLPC no suministraba las piezas para reparaciones, las compraban a Uruguay, que las conseguía directamente de los fabricantes.

Pero, incluso con estos recursos, alumnos y profesores tenían dificultades con la recarga, con manejar el software y con las roturas, el tipo de problemas conocidos por padres y cuidadores que, de repente, tuvieron que facilitar la educación online de sus hijos durante los cierres escolares por la COVID-19. Aunque los ordenadores portátiles de OLPC fueron construidos para ser resistentes y reparables, los dispositivos de alrededor del 15 % de los alumnos habían sufrido roturas que los dejaron inutilizables solo un año después del inicio del proyecto de Paraguay Educa. Muchos más tenían portátiles sin algunas teclas o con puntos muertos en sus pantallas que dificultaban y frustraban su uso.

Incluso los alumnos con dispositivos que funcionaban bien a menudo se olvidaban de cargarlos antes de la clase o desinstalaban el software que los profesores querían usar. La sobrecarga de las conexiones a internet de las escuelas paralizaba el estudio basado en la web y las baterías se descargaban a mitad de clase. La mayoría de los profesores pronto dejaron de intentar usar los portátiles en el aula, y dos tercios de los alumnos también perdió su interés en ellos fuera de la escuela.

Tres años después, la proporción de los ordenadores portátiles inutilizables había aumentado a más de la mitad, y casi nadie los usaba. Paraguay Educa se enfrentó a un problema parecido al de muchas ONG: le resultó imposible convencer a los patrocinadores que habían financiado con entusiasmo los nuevos ordenadores portátiles “innovadores” de OLPC de que pagaran los continuos costes de mantenimiento y formación. El proyecto OLPC en el vecino Uruguay, en cambio, ha disfrutado de una financiación gubernamental constante y, como resultado, es el único proyecto que sigue activo, aunque también ha tenido dificultades para mantener su infraestructura y hacer que las reparaciones se lleven a cabo en algunas áreas remotas.

No planificar este tipo de costes fijos, o peor aún, proclamar que esta vez, esta tecnología no tendrá que contar con ellos (un sello distintivo de la retórica de “disrupción” de Silicon Valley), socavó aún más la viabilidad de OLPC. Además, sigue perpetuando las disparidades tecnológicas en todo el mundo.

Algunos problemas similares han arruinado otros programas escolares relacionados con los ordenadores. Uno de los más grandes es el de 2013 del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles (EE. UU.), que entregó 43.261 iPads a los alumnos en 47 escuelas. Reflejando la idea de OLPC, las autoridades esperaban que estas tablets, llenas de costoso software educativo, cerraran la brecha digital y ayudaran a los alumnos de bajos ingresos a conseguir la educación necesaria. Igual que en muchos de los proyectos de OLPC, los dispositivos se entregaron con poco soporte a largo plazo. Pronto cayeron en desuso y acabaron en mal estado sin posibilidad de reparación. Estos resultados dejan en claro que, sin inversiones continuas en infraestructura, soporte, mantenimiento y reparación (ninguno de los cuales parece muy emocionante para los posibles donantes como los nuevos dispositivos), estos proyectos seguirán sin estar a la altura de su elevada retórica.

La campaña #OaklandUndivided no solo habla de entregar ordenadores portátiles y puntos de conexión a internet a los alumnos, también de recaudar 4 millones de dólares (3,45 millones de euros) al año para mantenimiento y apoyo continuos. Pero los comunicados de prensa de #OaklandUndivided se han centrado casi exclusivamente en las cifras de distribución que, sin duda, son impresionantes: en julio de 2021, 14 meses después de su lanzamiento, la campaña había distribuido 29.000 ordenadores portátiles y 10.000 puntos de conexión inalámbrica y la página de noticias del proyecto estaba llena de declaraciones de que había cerrado con éxito la brecha digital de la ciudad. Al mismo tiempo, en una declaración a MIT Technology Review, el jefe de Gabinete del supervisor del Distrito Escolar Unificado de Oakland, Curtiss Sarikey, ha asegurado que el proyecto “todavía está en proceso de recaudación de fondos y de construcción de un modelo sostenible” para garantizar su futuro a largo plazo. Las lecciones de OLPC sugieren que esta podría ser la parte más difícil.

Un enfoque individualista

#OaklandUndivided debería tener cuidado con otro aspecto de la historia de OLPC: la idea de que el hardware es la clave de la educación. Nicholas Negroponte la expresó claramente en su discurso inaugural de la Cumbre de Prensa Global NetEvents en 2006. Describió cómo el ordenador portátil de OLPC sustituiría a los maestros, quienes, según él, “podrían tener solo una educación de sexto grado”.

Sin dar pruebas, afirmó: “En algunos países, que no nombraré, hasta un tercio de los maestros nunca se presentan a la escuela, y un porcentaje aparece borracho”. En octubre de 2005, Negroponte dijo a MIT Technology Review: “La tecnología es el único medio para educar a los niños del mundo en desarrollo”.

Este tipo de retórica reduce los muchos servicios, oportunidades y experiencias sociales que brindan las escuelas (o deberían brindar) a una experiencia individualista entre el alumno y los materiales de aprendizaje, en la que incluso el maestro queda excluido del proceso. Además, refleja cómo la prensa popular, y muchos académicos, continúan discutiendo la brecha digital solo en términos del acceso básico a un ordenador conectado a internet. Incluso si estos dispositivos y redes se mantienen adecuadamente, solo son una pequeña parte de lo que se necesita para apoyar la educación y el bienestar de los niños.

Lo que falta en el enfoque de poner ordenadores portátiles en manos de los niños es el componente social del aprendizaje, algo que con demasiada frecuencia se da por sentado o incluso se desprecia. Como cultura, Estados Unidos ha mantenido durante mucho tiempo la heroica idea de que los niños se enseñen a sí mismos. Las películas y los relatos siguen contando constantemente esta narrativa de jóvenes luchadores que crecen gracias a sus propias fuerzas.

Estos mitos son especialmente comunes en lo que respecta al conocimiento técnico. Aunque la educación superior es la norma abrumadora entre los programadores informáticos, y la mayoría de los emprendedores exitosos son de mediana edad, la narrativa que circula en los campamentos de entrenamiento de programación, en las Becas Thiel para los que dejan los estudios universitarios y en la industria de la tecnología en general, es que la universidad e incluso la escuela secundaria son innecesarias y hasta pueden obstaculizar el emprendimiento tecnológico. Estos mitos también alimentan la narrativa de “haz tu propia investigación” del escepticismo de las vacunas, eclipsando la importante infraestructura institucional, las prácticas de profesionalización y la revisión por pares que consolidan los hallazgos científicos. También alimenta la idea de que los niños pueden aprender cualquier cosa por sí solos si se les dan las herramientas adecuadas.

Estas narrativas individualistas invariablemente atenúan el apoyo social que siempre ha sido un componente importante, aunque no reconocido, del aprendizaje. Idealmente, esto incluye un ambiente doméstico estable sin inseguridad alimentaria ni de vivienda; una comunidad segura con buena infraestructura; y maestros atentos, formados y con buenos recursos.

Cuando la COVID-19 cerró las escuelas en todo el mundo en 2020 y, en muchas áreas, también en 2021, el trabajo que las escuelas y los maestros hacían por los alumnos recayó de repente en los padres y los cuidadores, y se hizo evidente que tener un ordenador portátil e internet solo era un paso hacia el aprendizaje. Los alumnos más jóvenes, en particular, necesitaban supervisión y apoyo a tiempo completo para poder participar en las clases online.

Los padres, que a menudo también hacían malabarismos con sus propios trabajos, lucharon por ofrecérselo. Los resultados fueron duros. Millones de padres (especialmente las madres) abandonaron su trabajo por falta de servicios de atención infantil. Y sin los beneficios de las escuelas privadas, tutores y “grupos de aprendizaje”, los niños de familias de bajos ingresos rápidamente se quedaron meses atrás de sus compañeros privilegiados. Las tasas de depresión infantil e intentos de suicidio se dispararon. El estrés por la pandemia y las existentes desigualdades sociales que agravó claramente afectó a los alumnos, a los que tenían sus ordenadores portátiles y a los que no.

Para comprender la importancia del apoyo social, también podemos observar lo que hacen los estudiantes con sus ordenadores portátiles en su tiempo libre. En el proyecto OLPC de Paraguay Educa, donde dos tercios de los alumnos no usaban sus portátiles ni siquiera cuando contaban con un buen apoyo, los que sí lo hacían estaban más interesados en las redes sociales, incluso a pesar de que OLPC diseñó estos portátiles para dificultar este tipo de usos. Otros proyectos, incluido el lanzamiento del iPad de LA Unified, han obtenido resultados similares.

Por un lado, es maravilloso que los niños hayan lograde que los ordenadores portátiles se ajusten a sus intereses: con orientación, este tipo de usos puede ayudar a generar significativas experiencias de aprendizaje. Por otro lado, hay evidencias de que cuando los programas de ordenadores portátiles no están bien respaldados, los niños desfavorecidos pueden quedarse aún más atrás de sus compañeros, ya que el ordenador se convierte más en una distracción que en una herramienta de aprendizaje.

Las fuerzas externas pueden empeorar el problema: en los proyectos OLPC en América Latina, por ejemplo, multinacionales como Nickelodeon y Nestlé estaban ansiosas por poner anuncios a los niños en sus nuevos ordenadores portátiles. Las plataformas de tecnología educativa de marca y las herramientas de monitoreo automatizadas son comunes en la actualidad. Si bien la invasión de las corporaciones a las escuelas no es nada nuevo, la vigilancia y la publicidad dirigida en los dispositivos destinados al aprendizaje resulta profundamente preocupante.

Sarikey, del Distrito Escolar Unificado de Oakland, subraya que el hardware es “una de las muchas partes críticas para lograr la equidad educativa”, y que #OaklandUndivided también ha incluido el “soporte técnico culturalmente receptivo, la inversión en la planificación para la banda ancha de la ciudad” y la asociación con los docentes del distrito. Pero es difícil evitar los mensajes que hacen hincapié en el hardware. En mayo de 2020, por ejemplo, la actual directora ejecutiva del Fondo de Educación Pública de Oakland que gestiona los fondos de la campaña #OaklandUndivided, Ali Medina, declaró que “tener un ordenador y conexión a internet permite a nuestros niños prosperar académicamente durante esta pandemia y más allá, y mejora la economía y la salud de sus familias”.

En la misma línea, en 2012 Negroponte escribió en Boston Review: “Tener un ordenador portátil conectado ayudaría a eliminar la pobreza a través de la educación… En opinión de OLPC, los niños no son solo objetos de enseñanza, sino agentes de cambio”. Tales declaraciones desprecian el papel fundamental de varias instituciones (compañeros, familias, escuelas, comunidades, etcétera) en la formación del aprendizaje y de la identidad de un niño. Y lo que es más importante, este marco individualista implica que si el cambio no se materializa, no es culpa de las escuelas ni de las condiciones económicas ni de las estructuras sociales ni de las políticas nacionales ni de la infraestructura. Ese enfoque individualista en el acceso crea la sensación de que si los niños no aprenden cuando aparentemente tienen todas las herramientas que necesitan para tener éxito, no es culpa de nadie más que de ellos mismos.

Caballo de Troya

En los primeros días de OLPC, Negroponte a menudo describía el proyecto como un caballo de Troya que daría a los niños la oportunidad de convertirse en librepensadores independientes de las instituciones que los rodeaban. En 2011, incluso ante la creciente evidencia de que OLPC estaba fallando, dobló su apuesta y afirmó que los niños podrían aprender a leer y programar por sí solos con tablets que literalmente caían de helicópteros. En este caso, igual que en la cobertura de prensa de #OaklandUndivided, la atención se centró en entregar las máquinas, con la implicación de que el resto (el aprendizaje, el éxito, la transformación) seguiría después.

Pero, así como el intento del caballo no terminó bien para Troya, los ordenadores portátiles de OLPC desviaron los posibles recursos de otras reformas que podrían tener un mayor impacto (incluso las tan básicas como la introducción de baños funcionales y salarios dignos) y, al final, reforzaron los mitos sobre lo que se necesita para cerrar la brecha digital.

Y eso era para el aprendizaje individual. La educación online que 2020 requirió en todo el mundo agravó todos los problemas a los que se había enfrentado OLPC y dejó dolorosamente claro que cerrar esa brecha requeriría algo más que ordenadores portátiles y conexiones a internet. Lo que realmente se necesita es una red de seguridad social igual de sólida, crucial para superar muchos otros tipos de desigualdades.

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