El miércoles (25 de novimiembre), en la barra tecnológica de La Noche en 24 horas (minuto 1:33:58), hablamos sobre las estrategias de comunicación empleadas por Daesh en la red, sobre las medidas que algunos gobiernos pretenden tomar al respecto, y sobre el posible efecto que las recientes declaraciones de Anonymous podrían llegar a tener sobre dichas estrategias.
La comunicación de las actividades de grupos terroristas en la red hay que entenderla en el contexto de sus intenciones, que son fundamentalmente la propaganda, la búsqueda de apoyos y, eventualmente, el reclutamiento de nuevos miembros. En ese sentido, la red es un vehículo que, obviamente, genera un descenso en las barreras de entrada a todo tipo de comunicación, lo que permite que esas actividades tengan lugar hoy con mucha más facilidad que hace algunas décadas. A partir del momento en que internet no solo existe, sino que es además de adopción masiva en muchos países, hablamos de manera inmediata de unas actividades de comunicación mucho más sencillas: quien no entienda que esto es una característica de los tiempos y crea que puede tratar esa comunicación de la misma manera que como cuando se desarrollaba fuera de la red, corre el riesgo no solo de desesperarse, sino de tomar medidas erróneas. Pretender que las redes sociales pueden “ponerse en estado de sitio” o limitarse su uso por parte de los ciudadanos por el hecho de que estemos bajo algún tipo de alerta es sencillamente una estupidez digna de quien no entiende la red: ese camino ya ha sido recorrido en numerosas ocasiones, y ya se ha demostrado de manera fehaciente que no sirve para nada. La red no es la calle, no se puede poner bajo estado de excepción, y quien lo pretenda, no logrará nada: siempre hay posibilidades de seguir comunicándose por infinitos medios.
Las actividades de Daesh se desarrollan en multitud de capas. Todo aquello relacionado con la búsqueda de visibilidad, popularidad, apoyos o, en general, comunicación tiene lugar en aquellas plataformas en las que la visibilidad resulta más fácil de obtener, y en las que es por tanto más fácil obtener un efecto multiplicador. Plataformas como YouTube, Twitter, Facebook y similares colaboran de manera razonablemente eficiente a la hora de eliminar contenido referente a actividades de terrorismo e incitación al odio o a la violencia, no solo porque van en contra de sus términos de servicio, sino también para evitar una posible sensación de complicidad. La tarea no es sencilla, los contenidos vuelven a ser subidos una y otra vez, desde un número enorme de cuentas gestionadas de manera coordinada, en ocasiones para tratar de huir de esas acciones, en otras para tratar de ofrecer una imagen de apoyo (astroturfing). La idea es tratar de ofrecer una imagen de fuerza, de colectivo amplio y de apoyos múltiples, una batalla que comienza en lo puramente dialéctico: denominarse “Estado Islámico” cuando ni eres un estado, ni eres islámico (sino que simplemente representas a la rama más claramente medieval, primitiva, bárbara e incivilizada del Islam) es un intento de apropiarse de términos siguiendo una estrategia de propaganda que no por primaria deja de ser eficiente.
En paralelo, Daesh utiliza la red para llevar a cabo también acciones de comunicación. En ese sentido, herramientas como WhatsApp, Telegram y muchas otras brindan canales con diversos niveles de seguridad que son utilizados en función de la conveniencia o simplemente de lo inesperado, como es el caso del supuesto uso de los foros de la PlayStation 4 (posteriormente desmentido por Forbes). De nuevo, esas herramientas tratan de aislar y cerrar las cuentas con actividad sospechosa en ese sentido, pero obviamente,no es sencillo, y evitarlo del todo resulta completamente imposible. Son demasiados canales, demasiadas opciones disponibles, y hay muchas herramientas que, simplemente, no lo hacen técnicamente factible. En último término, hay actividades que se llevan a cabo directamente en la deep web, con la dificultad añadida que ello aporta. Por otro lado, también existe un sensible grado de oportunismo o incluso de improvisación, y se recurre en ocasiones a canales completamente inseguros como el SMS si la sencillez aporta un beneficio adicional en términos de operatividad.
Pretender que de alguna manera las herramientas son responsables de los ataques terroristas, o inclusopersonalizarlo en casos como el de Edward Snowden es tan sumamente ridículo, que debería desacreditar completamente a quien lo dice. Esas herramientas existen desde hace años, están al alcance de cualquiera con un incentivo para utilizarlas, y son además simplemente eso, herramientas. Pretender debilitar el cifrado de determinadas herramientas para proveer a la policía con puertas traseras no solo mina gravemente la seguridad, sino que simplemente tiene el efecto de derivar a los terroristas hacia el uso de otras herramientas. La privacidad y la seguridad son derechos fundamentales que únicamente pueden ser eliminados si lo determina un juez, y en muchos casos, si la elección de la herramienta es acertada, ni siquiera el hecho de que lo determine un juez puede aportar gran cosa.
Hablamos de una organización con objetivos claros, con un nivel de infraestructura importante en la web (quellega a incluir hasta help desks con servicio las 24 horas), y contra la que no es sencillo luchar. Lo que pueda conseguirse en términos de identificación de responsables, trazabilidad de acciones o cierre de cuentas debe ser llevado a cabo de la manera más diligente posible – con la excepción de que pueda ponerse simplemente bajo vigilancia, o incluso crearse artificialmente en modo honeypot, para posibilitar ulteriores investigaciones, como se hace en el caso de otros delitos. Por supuesto que debe vigilarse a los sospechosos, pero ante un panorama como el citado, desarrollar sistemas de monitorización general no genera ningún beneficio, y sí tiene un coste importante en términos de calidad democrática y respeto a los derechos fundamentales.
¿Qué implicaciones tiene la guerra declarada por Anonymous sobre las actividades de Daesh en la red? Mi opinión es que tiene bastante más importancia de la que parece. Anonymous, en general, no son script kiddies ni aficionados: hablamos de personas con un nivel por lo general elevado de competencia técnica, con un importante nivel de motivación, y con una estructura y coordinación difusa que permite poner en marcha acciones con una elevada criticidad. En el haber de Anonymous se cuentan acciones que han comprometido seriamente la capacidad de actuación de numerosas organizaciones: hablamos, decididamente, de una organización que es mejor tener como amiga que como enemiga. Que declaren la guerra a Daesh es, decididamente, una buena noticia, porque su actuación “en modo guerrilla” puede llegar a tener seriamente mucho que aportar. Por otro lado, Anonymous, como toda organización formada por personas, puede equivocarse, y dar lugar a problemas que, por el hecho de desarrollar sus actividades en el contexto que las caracteriza, puede terminar por generar situaciones complejas o de consecuencias difíciles de anticipar.
Esta pieza en El Español sobre el ciberyihadismo me ha parecido bastante interesante y bien documentada. Hablamos, indudablemente, de una cuestión compleja en la que los matices son muy importantes: pretender justificar todo tipo de acciones en función de una hipotética batalla contra Daesh es algo no solo completamente desproporcionado, sino además absurdo e inútil. Impunidad, nunca. Pero saltarse las normas de la democracia para justificar una vigilancia generalizada en un contexto en el que el control total es imposible, tampoco.
El miércoles (25 de novimiembre), en la barra tecnológica de La Noche en 24 horas (minuto 1:33:58), hablamos sobre las estrategias de comunicación empleadas por Daesh en la red, sobre las medidas que algunos gobiernos pretenden tomar al respecto, y sobre el posible efecto que las recientes declaraciones de Anonymous podrían llegar a tener sobre dichas estrategias.
La comunicación de las actividades de grupos terroristas en la red hay que entenderla en el contexto de sus intenciones, que son fundamentalmente la propaganda, la búsqueda de apoyos y, eventualmente, el reclutamiento de nuevos miembros. En ese sentido, la red es un vehículo que, obviamente, genera un descenso en las barreras de entrada a todo tipo de comunicación, lo que permite que esas actividades tengan lugar hoy con mucha más facilidad que hace algunas décadas. A partir del momento en que internet no solo existe, sino que es además de adopción masiva en muchos países, hablamos de manera inmediata de unas actividades de comunicación mucho más sencillas: quien no entienda que esto es una característica de los tiempos y crea que puede tratar esa comunicación de la misma manera que como cuando se desarrollaba fuera de la red, corre el riesgo no solo de desesperarse, sino de tomar medidas erróneas. Pretender que las redes sociales pueden “ponerse en estado de sitio” o limitarse su uso por parte de los ciudadanos por el hecho de que estemos bajo algún tipo de alerta es sencillamente una estupidez digna de quien no entiende la red: ese camino ya ha sido recorrido en numerosas ocasiones, y ya se ha demostrado de manera fehaciente que no sirve para nada. La red no es la calle, no se puede poner bajo estado de excepción, y quien lo pretenda, no logrará nada: siempre hay posibilidades de seguir comunicándose por infinitos medios.
Las actividades de Daesh se desarrollan en multitud de capas. Todo aquello relacionado con la búsqueda de visibilidad, popularidad, apoyos o, en general, comunicación tiene lugar en aquellas plataformas en las que la visibilidad resulta más fácil de obtener, y en las que es por tanto más fácil obtener un efecto multiplicador. Plataformas como YouTube, Twitter, Facebook y similares colaboran de manera razonablemente eficiente a la hora de eliminar contenido referente a actividades de terrorismo e incitación al odio o a la violencia, no solo porque van en contra de sus términos de servicio, sino también para evitar una posible sensación de complicidad. La tarea no es sencilla, los contenidos vuelven a ser subidos una y otra vez, desde un número enorme de cuentas gestionadas de manera coordinada, en ocasiones para tratar de huir de esas acciones, en otras para tratar de ofrecer una imagen de apoyo (astroturfing). La idea es tratar de ofrecer una imagen de fuerza, de colectivo amplio y de apoyos múltiples, una batalla que comienza en lo puramente dialéctico: denominarse “Estado Islámico” cuando ni eres un estado, ni eres islámico (sino que simplemente representas a la rama más claramente medieval, primitiva, bárbara e incivilizada del Islam) es un intento de apropiarse de términos siguiendo una estrategia de propaganda que no por primaria deja de ser eficiente.
En paralelo, Daesh utiliza la red para llevar a cabo también acciones de comunicación. En ese sentido, herramientas como WhatsApp, Telegram y muchas otras brindan canales con diversos niveles de seguridad que son utilizados en función de la conveniencia o simplemente de lo inesperado, como es el caso del supuesto uso de los foros de la PlayStation 4 (posteriormente desmentido por Forbes). De nuevo, esas herramientas tratan de aislar y cerrar las cuentas con actividad sospechosa en ese sentido, pero obviamente,no es sencillo, y evitarlo del todo resulta completamente imposible. Son demasiados canales, demasiadas opciones disponibles, y hay muchas herramientas que, simplemente, no lo hacen técnicamente factible. En último término, hay actividades que se llevan a cabo directamente en la deep web, con la dificultad añadida que ello aporta. Por otro lado, también existe un sensible grado de oportunismo o incluso de improvisación, y se recurre en ocasiones a canales completamente inseguros como el SMS si la sencillez aporta un beneficio adicional en términos de operatividad.
Pretender que de alguna manera las herramientas son responsables de los ataques terroristas, o inclusopersonalizarlo en casos como el de Edward Snowden es tan sumamente ridículo, que debería desacreditar completamente a quien lo dice. Esas herramientas existen desde hace años, están al alcance de cualquiera con un incentivo para utilizarlas, y son además simplemente eso, herramientas. Pretender debilitar el cifrado de determinadas herramientas para proveer a la policía con puertas traseras no solo mina gravemente la seguridad, sino que simplemente tiene el efecto de derivar a los terroristas hacia el uso de otras herramientas. La privacidad y la seguridad son derechos fundamentales que únicamente pueden ser eliminados si lo determina un juez, y en muchos casos, si la elección de la herramienta es acertada, ni siquiera el hecho de que lo determine un juez puede aportar gran cosa.
Hablamos de una organización con objetivos claros, con un nivel de infraestructura importante en la web (quellega a incluir hasta help desks con servicio las 24 horas), y contra la que no es sencillo luchar. Lo que pueda conseguirse en términos de identificación de responsables, trazabilidad de acciones o cierre de cuentas debe ser llevado a cabo de la manera más diligente posible – con la excepción de que pueda ponerse simplemente bajo vigilancia, o incluso crearse artificialmente en modo honeypot, para posibilitar ulteriores investigaciones, como se hace en el caso de otros delitos. Por supuesto que debe vigilarse a los sospechosos, pero ante un panorama como el citado, desarrollar sistemas de monitorización general no genera ningún beneficio, y sí tiene un coste importante en términos de calidad democrática y respeto a los derechos fundamentales.
¿Qué implicaciones tiene la guerra declarada por Anonymous sobre las actividades de Daesh en la red? Mi opinión es que tiene bastante más importancia de la que parece. Anonymous, en general, no son script kiddies ni aficionados: hablamos de personas con un nivel por lo general elevado de competencia técnica, con un importante nivel de motivación, y con una estructura y coordinación difusa que permite poner en marcha acciones con una elevada criticidad. En el haber de Anonymous se cuentan acciones que han comprometido seriamente la capacidad de actuación de numerosas organizaciones: hablamos, decididamente, de una organización que es mejor tener como amiga que como enemiga. Que declaren la guerra a Daesh es, decididamente, una buena noticia, porque su actuación “en modo guerrilla” puede llegar a tener seriamente mucho que aportar. Por otro lado, Anonymous, como toda organización formada por personas, puede equivocarse, y dar lugar a problemas que, por el hecho de desarrollar sus actividades en el contexto que las caracteriza, puede terminar por generar situaciones complejas o de consecuencias difíciles de anticipar.
Esta pieza en El Español sobre el ciberyihadismo me ha parecido bastante interesante y bien documentada. Hablamos, indudablemente, de una cuestión compleja en la que los matices son muy importantes: pretender justificar todo tipo de acciones en función de una hipotética batalla contra Daesh es algo no solo completamente desproporcionado, sino además absurdo e inútil. Impunidad, nunca. Pero saltarse las normas de la democracia para justificar una vigilancia generalizada en un contexto en el que el control total es imposible, tampoco.
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